jueves, 30 de septiembre de 2010

RELATO - JULIA (SEXFIGHT BRUTAL)

Por Lanzarote.

Conocí a Julia en la facultad. Una noche que salí de marcha con unos amigos terminamos en un local de ambiente donde se celebraban encuentros de lucha femenina. Grande fue mi sorpresa cuando me encontré con Julia, que lucía un minúsculo bikini naranja con un tanga de hilo dental y una tobillera de plata en cada tobillo. Se estaba untando en aceite para subir a pelearse con una negra que ya la esperaba en el ring. El catfight fue muy intenso y cualquiera de las dos pudo haber ganado, pero al final Julia se impuso y terminó el combate dominando a su oponente sentándose sobre ella y obligándola a comerle el coño delante de todos los presentes. Fue increíble. Desde ese momento me hice adicto a Julia y al mundo de los catfights.

Nos hicimos novios y acabamos casándonos. Desde eso ya han pasado doce años. Hoy tenemos treinta y ocho años, no hemos tenido hijos y seguimos con los mismos gustos. Julia se hizo un aumento de pecho y se ha convertido en una mujer, a parte de guapa y atractiva, muy voluptuosa, de las que sólo verla dan ganas de follarla bien follada. Ya no acudíamos a clubes nocturnos para buscar rivales, sino que concertábamos luchas privadas en nuestra casa, donde habíamos habilitado una gran sala con un ring para las luchas de Julia. Con el paso de los años, Julia lucha buscando la dominación sexual de su rival, independientemente de las normas que se pongan para cada combate, su fin es dominar a su oponente. Y esta dominación se convierte en prácticas de sexo brutal y extremo. En estos combates citábamos a su rival y a su pareja. Mientras las chicas peleaban los hombres sólo mirábamos, y luego nos incluían en las prácticas de sexo. Y Julia siempre ganaba.

Los contactos nos llegaban de Internet. Conocíamos gente con nuestros mismos gustos y concertábamos los encuentros. Así conocimos a Raquel y a Pedro, un matrimonio de una ciudad cercana a la nuestra y que también buscaban rivales para que Raquel luchara. Raquel era una mujer morena muy guapa, con ojos verdes y un cuerpo como el de Julia con grandes tetas, unas piernas muy desarrolladas y largas y un buen culo. Eran dos hembras muy ardientes.

Concertamos una lucha en nuestra casa que sería grabada en video, donde la lucha duraría hasta que una de las dos abandonara o cayera inconsciente. Los hombres no podríamos intervenir en la lucha pero sí cuando hubiera sexo, haciéndole a la mujer rival lo que la nuestra nos pidiera. Para eso tendríamos que estar continuamente empalmados, por lo que Pedro y yo nos tomaríamos unas pastillas de viagra. Además, la ganadora tendría derecho de follarse al marido de la otra como quisiera.

Por fin llegó el día de la pelea. Raquel y Pedro llegaron puntuales, y tras un breve saludo, pasamos a la sala donde iba a suceder todo. Teníamos unos cócteles muy cargados de alcohol para desinhibirnos. Los tomamos rápidamente junto con las pastillas de viagra. Nos desnudamos los cuatro y nos subimos al ring. Las chicas no perdieron tiempo y se agacharon a chuparnos las pollas para empalmarnos y dejarnos dispuestos. Ambas eran auténticas profesionales y se tragaban nuestros enormes aparatos hasta la garganta. Incluso Raquel hubo un momento que generó demasiada saliva y la escupió en la polla de Pedro, momento que aprovechó Julia para meterse con su rival.

Si ni siquiera puedes hacer una mamada sin vomitar no se que haces aquí, putita.

Serás cabrona. Ahora verás…

Raquel se abalanzó sobre Julia y empezaron a rodar por el ring. Julia quedó encima de Raquel y agarró sus pezones y se los estiró al máximo, arrancándole un grito de dolor. Raquel le correspondió con la misma "caricia", intentando arrancar los pezones a mi mujer, que también gritaba por el dolor. Julia cambió de táctica y mientras clavaba las uñas en las tetas de Raquel, le propinó un rodillazo en la barriga sacándole todo el aire y dejándola temporalmente a su merced. Aprovechó la circunstancia y le dio la vuelta, dejándola a cuatro patas. Mientras le clavaba las uñas en el coño, me dijo que le reventara el culo a pollazos. Y caí como loco sobre el culo de aquella mujer, clavándola sin compasión. Raquel empezó a convulsionar en una especia de orgasmo sádico, gozando del dolor que le inflingíamos en aquel momento. Pero aprovechó un descuido de Julia, y agarrándola del pelo le dio un fuerte puñetazo que medio noqueó a mi mujer, y fue entonces cuando Pedro aprovechó para levantarle las piernas y colgarlas en su hombro, hundiendo su temible polla en el culo de Julia que la recibió con un grito mezcla de dolor y de furia por haberse dejado sorprender. Raquel se liberó de mi enculada y fue a por Julia. Se intentó sentar encima de la boca par que le comiera el coño, pero Julia, viéndola venir, estiró sus manos hasta llegar al coño de Raquel donde incrustó nuevamente sus dedos buscando hacerle daño a su rival, y lo consiguió. Raquel empezó a sangrar debido a las uñas clavadas de Julia.

Vuelve a darle por el culo a esa zorra, que al maricón de su marido lo elimino del juego ya mismo.

Julia se zafó del dominio de Pedro, le agarró su cipote y se lo empezó a comer hasta metérselo entero en la boca, empezando a darle velocidad a tan tremenda mamada para hacerlo acabar. Pedro no tardó mucho debido a la excitación acumulada, y se corrió abundantemente en la cara y tetas de Julia.

Ésta, con una sonrisa triunfante vino a ocupar mi lugar, sacando mi polla del ano de Raquel dándome también una mamada salvaje como sólo ella sabe hacerla. Me dejó por un momento, miró a Raquel y le dio una tremenda hostia en toda la cara dejándole marcados los dedos de su mano en el rostro. Raquel se cubrió como pudo pero dejó destapado su coñito, lo que aprovechó Julia para empezar a meterle todos sus dedos y follársela con el puño hasta hacerla desmayarse de placer. Hundía toda su mano y avanzaba en el interior de Raquel buscando meterle todo el brazo hasta la altura del codo. De repente Raquel abrió sus ojos, se agarró del brazo de Julia y gritó.

Fóllame, puta. Jódeme viva. Déjame el chocho inservible.

Julia aumentó el ritmo de su penetración. Para Raquel fue demasiado y se corrió en medio de un paroxismo salvaje, eyaculando una gran cantidad de líquidos que mojaron por completo los pies de Julia.

Me has mojado los pies. Te vas a enterar.

Julia se acomodó para penetrar a Raquel por el culo con su pie derecho y por el conejo con el izquierdo. Raquel aguantó la penetración, pero Julia lo hizo con más fuerza hasta hacer acabar de nuevo a Raquel, que ahora sí ya se dio por vencida.

-¿Te rindes?

- Sí. Hoy me has vencido, eres la mejor.

- Pues reclamo mi premio. Prepárense ustedes que quiero que me follen el culo al mismo tiempo.

Pedro se tiró en el suelo y Julia se le montó encima enculándose hasta el fondo. Me miró y sin decirme nada me suplicó con la mirada que se la metiera sin piedad. La estuvimos follando el ano durante más de veinte minutos, hasta que al final nos corrimos en su cara. Raquel, ya recuperada acudió a limpiar la cara de Julia con su lengua. Ambas mujeres se miraron, Julia la cogió fuertemente del pelo y la besó.

Ahí terminó la velada, aunque tuvimos otras tan calientes o más, pero ya les iré contando.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

RELATO - NOCHE DE FIESTA

Por Sandra.

Me llamo Dolores y cierta vez me tocó presenciar una excitante riña femenina con un final tradicional muy valiente. Una noche fui invitada a una fiesta que un importante caballero llamado Raúl, realizaba en su casa. Era una noche cálida de verano y en la velada concurrieron más de 20 personas vestidas de etiqueta. La casa era una verdadera mansión con jardines y piscina. Raúl era un hombre soltero de excelente posición y últimamente estaba saliendo con Roxana (23), profesora de educación física.

Una morena de piel blanca y ojos verdes. Tiempo atrás se había relacionado sentimentalmente con Erika (24), su ex secretaria. Una rubia muy atractiva que por esas cosas del destino deseaba recuperar a quien había sido su novio. La fiesta fue organizada por una amiga de Raúl, que por picardía incluyó entre los invitados a Erika.

La noche fue transcurriendo con la alegría propia de esas reuniones. La mayoría de las mujeres conocíamos que entre Erika y Roxana existía una fuerte rivalidad. Era evidente que en las presentaciones no se habían saludado y cruzaban miradas de desprecio. Pero los hombres no se daban cuenta y estaban ignorantes de esa guerra silenciosa. En un determinado momento Roxana dejó solo a su amante, entonces Erika se acercó comenzó a conversar con Raúl. Todas nos dimos cuenta de la maniobra y con ansiedad esperábamos los futuros acontecimientos. Apenas regresó la morena comenzaron a expresarse con esa ironía propia que tienen las mujeres cuando desean ofenderse. Las dos estaban rojas de ira y finalmente ocurrió el siguiente diálogo:

Roxana: ¡Vete ya mismo de esta casa..!

Erika: ¡Mejor vamos al baño de damas y tal vez seas tu la que deba de irse...!

Roxana: ¡Vete ya o te llevaré yo misma afuera...!

Erika: ¡Me fascinaría que lo intentaras...!

Roxana no lo resistió y luego de insultarla la empujó con sus pechos a modo de desafío. La rubia, entonces le aplicó un fuerte y sonoro bofetón que le hizo girar su cabeza. De inmediato comenzó una furiosa "pelea de gatas". Tomadas de los cabellos se golpeaban con sus rodillas tratando de alcanzar la vulva enemiga. Luego cayeron al suelo y mientras rodaban, destruyeron sus vestidos. Las mujeres presentes estaban alborozadas y rodeaban a las protagonistas para no perder detalle. Algunos hombres trataban de llegar para intervenir y separarlas. Pero eran entorpecidos por aquellas interesadas en ver el final. Erika se había montado sobre su rival y la estaba castigando.

La morena al parecer llevaba la peor parte y su rostro enrojecido giraba para ambos lados por los bofetones. Su minifalda era casi inexistente. Sacudía sus piernas y ello permitía la visión de una breve bikini que ponía en relieve la exuberancia de su sexo. Como los lugares más sensibles de la anatomía se exponían libremente, las manos de las protagonistas buscaban con dinamismo llegar a ellos para producir dolor. Generalmente los blancos eran alcanzados ocasionando aullidos y todo esto no hacía más que animar la lucha. Era una clásica "riña de gatas". El alboroto atrajo la atención de todos los invitados y la mayoría de las mujeres gritaban excitadas por el espectáculo. En la fiesta había un fotógrafo que, sin perder un instante obtuvo varias espectaculares fotos del incidente. Algunos hombres hacían esfuerzos para separarlas.

Varias mujeres entre las que me incluyo pidieron a los varones que no intervengan en los asuntos femeninos, pero no fuimos tenidas en cuenta y al cabo de mucho esfuerzo, ellos lograron interrumpir la pelea. El aspecto de las protagonistas era tragicómico. Estaban semi desnudas, y por estar enardecidas nada hacían para ocultar su desnudez. Con los pechos descubiertos y sus cabelleras revueltas no dejaban de pedir que les permitiesen terminar el duelo. Sin dudas eran muy valientes. Pasados los primeros momentos la fiesta finalizó y todos se retiraron muy divertidos. Pero antes de irse Erika desafió a su rival para una nueva pelea para definir el problema "de mujer a mujer". Roxana no respondió y esa noche permaneció con su novio.

Ya habían transcurrido unos días y entre las mujeres invitadas a la reunión comenzaron a cruzarse llamadas telefónicas comentando el hecho y lamentando el final inconcluso. Yo pude ver las fotos y quedé impresionada por el realismo. Naturalmente ambas mujeres se atribuían la victoria. Fue entones que surgió la idea que las interesadas se encuentren para definir en privado "a mano limpia" sus diferencias personales. Era lo clásico y a todas les pareció muy femenino que esas dos damas tuvieran un duelo por un hombre.

Estaba en juego su prestigio y sin dudar ellas lo aceptaron gustosas. A mí me tocó ser una suerte de "madrina" del duelo representando a Roxana y luego de intensas gestiones con Erika, se pudo concertar lo siguiente: 1) El evento sería en la casa de Raúl el próximo sábado a la noche. 2) Lucharían con la única condición de no lastimar la piel. 3) La lucha finalizaría cuando una de las protagonistas reconozca su derrota. 4) Sólo lo podrían presenciar amigas en común y el único varón presente sería el dueño de casa. 5) La vencida no volvería a interferir la vida privada de la rival. Es decir ese hombre sería en exclusividad de la que gane el duelo.

A la hora acordada de ese histórico sábado comenzaron a llegar en distintos automóviles las invitadas. Erika llegó en último término. No menos de 10 mujeres atestiguarían el hecho. Raúl, había preparado un amplio salón alfombrado con suficiente espacio para todas y formalmente prometió no interrumpir las acciones. Con gran decisión las duelistas se quitaron las ropas y aparecieron luciendo sintéticas bikinis que realzaban su belleza. Las dos protagonistas eran de peso similar, delgadas y de excelente figura.

Pero por su profesión, las piernas y la musculatura de Roxana eran muy fuertes. Erika no era menos que su rival, estaba en buen estado y se evidenciaba muy animada para ganar. Pero para la mayoría de nosotras, la rubia era la que tenía menos posibilidades de salir victoriosa. Las dos "madrinas" del duelo recordaron las reglas del combate y las animaron para la lucha. Como el público era mayoritariamente femenino, no hubo inhibición alguna y a modo de valentía simultáneamente desnudaron sus pechos.

Entonces lentamente y con sinuosos movimientos se fueron aproximando para la confrontación definitiva. Ambas tenían una fina educación y cultura, pero fue ineludible que a corta distancia se ofendieran empleando gruesas palabras. En esos momentos de máxima tensión todas las damas levantan las barreras inhibitorias y se expresan con gestos y palabras vulgares. Pero la rubia fue más allá prometiendo que se haría lamer sus partes más íntimas por su rival. Ello excitó a las damas presentes que ansiaban ver quién sería la vencedora y quién la humillada. Roxana enrojeció por el lenguaje ofensivo y rugiendo se abalanzó contra la rubia. Fue un choque muy violento de "hembra contra hembra". Las piernas se trabaron y comenzaron a rodar por la alfombra tratando de mantener la posición superior. La fuerza que hacían era colosal y se evidenciaba por las venas inflamadas a punto de estallar.

No obstante el esfuerzo, ninguna lograba sujetar de espalda a la otra contra el suelo. El silencio era total, sólo se escuchaba el jadeo y algún gemido de las protagonistas. Nunca nadie había visto una pelea de mujeres tan intensa. El motivo era un hombre y todas estaban fascinadas por el evento. En una oportunidad Erika, aplicó una letal tijera de piernas sobre el estómago de la morocha hasta quitarle el aliento. La rubia disfrutaba del tormento que sufría su enemiga. Erika nos había sorprendido demostrado conocer algunas eficaces tomas de lucha, estaba llevando la mejor parte y podría vencer. Sus amigas la alentaban y fotografiaban los momentos culminantes. Roxana entonces dio un fuerte tirón de cabellos logrando que aflojara por unos instantes la mortal tenaza de piernas.

Ello fue suficiente, aprovechando esos instantes de distracción golpeó con un puño el plexo solar. La rubia acusó dolor y pasó a la defensiva. A pesar de las reglas, fue inevitable que las duelistas apelaran a dolorosas técnicas femeninas. Para recuperar el terreno perdido, la rubia contraataco introduciendo algunos dedos bajo la liviana bikini de la morena. Los resultados fueron espectaculares.... En toda riña de mujeres, ello anima a las rivales, produciendo mayor dinamismo a las acciones. Pero en este caso, estaba prohibido. Con quejidos de dolor y gruesos insultos Roxana revolvió sus piernas pudiendo alejarse del peligro. Raúl transpiraba no pudiendo imaginar quién ganaría. Pienso que le daba lo mismo. Pero a medida que pasaba el tiempo, las energías de la rubia se fueron agotando rápidamente y cada vez se le hacía más dificultoso evitar que la rival la inmovilizara.

Luego de intensas acciones Roxana atrapó a la rubia con un candado de brazos aplicado al cuello. Erika estaba agotada, por lo que recurrió nuevamente a los típicos trucos que emplean las damas en estos casos. Sus dedos con habilidad y precisión atacaron los pezones de la morena. El resultado fue el esperado; Roxana con gemidos y algunos insultos la soltó. Seguidamente se abrazaron y furiosamente comenzaron a rodar exhibiendo todas sus íntimas bellezas procurando poner de espaldas a su adversaria. La lucha había adquirido un gran dinamismo y los cuerpos estaban completamente cubiertos de transpiración. Por ambos bandos había gran determinación deportiva y mucho amor propio.

No era para menos, estaba en juego la supremacía sexual femenina. Ninguna quería ser derrotada en presencia de tanto público y menos frente a Raúl. De pronto se separaron y quedaron de rodillas forcejeando pecho contra pecho con sus macizos muslos abiertos. En ese momento mientras se zamarreaban, Roxana cerró su puño derecho y aplicó un violento gancho a la mandíbula de la rubia. La nariz de su rival apuntó al techo, abrió los brazos y cayó de espalda con sus ojos en blanco. Permaneció semi desvanecida, prácticamente fuera de combate y por primera vez la profesora de gimnasia la pudo dominar. La morena ágilmente sentó sobre su estómago, aprisionando con sus rodillas los brazos.

La rubia sacudía débilmente sus torneadas piernas. Sus fuerzas la habían abandonado y era notorio la falta de reflejos para salir de esa incómoda posición. Todo fue inútil. La morena estaba en completo dominio de la situación. Había llegado el momento sublime que toda mujer espera cuando pelea con otra: Exigir la rendición. La rubia estaba impotente para cualquier defensa, pero su respuesta fue negativa. De haber sido una pelea callejera, Roxana le hubiera golpeando los pechos con sus puños hasta obtener la capitulación. No era este el caso.

La morena estaba furiosa y fue invadida por ese frenesí que experimentan las mujeres cuando ganan una riña. Con rapidez avanzó su cintura y atrapó con sus poderosos muslos la cabeza de la rubia. Con horror Erika observó a través de la fina tela, la ranura vaginal de su adversaria. Abrió sus ojos, balbuceó su rendición, pero fue demasiado tarde. La vencedora se sentó sobre su rostro. Entonces le selló los labios con su sexo y la humilló a voluntad. La rubia estaba muy aturdida por los golpes y para deleite de Roxana y otras chicas, permaneció inmóvil.

Cuando el peso de la intimidad enemiga disminuyó sobre sus labios, ME RINDO ! ¡BASTA POR FAVOR ! balbuceó tuvo que reconocer su derrota, la superioridad física de la morena y suplicar que la suelten para ser liberada. Airosa por el triunfo y lo que ello significaba Roxana, con su femineidad muy alta se retiró del lugar. Era su primera pelea de adulta y menos de 20 minutos le había demandado imponer sus razones... La rubia sufrió un ataque de nervios y tuvo que ser auxiliada por sus amigas.

martes, 28 de septiembre de 2010

RELATO - UNA NOCHE DE LUCHA

Ana y Carlos eran una pareja de 36 años. Carlos era un gran aficionado a la lucha erótica femenina y su mujer, Ana, tras unas iniciales reticencias, había probado la experiencia y le había gustado, convirtiéndose, poco a poco en toda una aficionada y convenciendo a parejas amigas a participar de la diversión.

Eran una pareja muy liberal que, junto a otras parejas de amigos, solían mantener relaciones y noches de pasión en las que, desde luego, no solían faltar los combates entre las esposas.

Tras mucho pensarlo, decidieron dar un paso más en la apertura a nuevos campos del encuentro sexual y decidieron, animados por una de las parejas con las que quedaban, ir a un local de intercambio, esperando así nuevas experiencias sexuales y, por supuesto, nuevas rivales para Ana.

Ana era una mujer de 36 años, aproximadamente 1.65 m de estatura, 70 kg de peso, unos muslos jugosos, un poco de barriga y eso sí, unos pechos enormes, firmes y duros, de amplia aureolas y gruesos pezones, lo que la hacían una terrible rival en los combates de tetas.

Por fin decidieron ir un miércoles al local que les habían indicado sus amigos y, aunque éstos les habían dicho que les acompañaban, ese día concreto no podían, lo que no cambió los planes de la pareja que estaba dispuesta a darlo todo por una buena tarde de sexo y lucha, ya que las expectativas creadas habían sido grandes por las magníficas referencias dadas por sus amigos.

Cuando llegaron al sitio indicado, comprobaron que se trataba de un lugar de lo más discreto. Llamaron a la puerta y les abrió un hombre de unos 25 años, de complexión fuerte que, tras comprobar que eran una pareja, les invitó amablemente a acceder al local, ya que estaba prohibida la entrada a personas solas.

Entraron en una amplia estancia donde había una barra, unas cuantas mesas atendidas por señoritas en topless y una especie de zona de baile donde en ese momento se estaba desarrollando un espectáculo lésbico, que era seguido con atención por varias parejas.

Se dirigieron a la barra y pidieron unas copas, notando como ya se habían fijado en ellos algunas de las parejas que se encontraban en el local. Desde luego, Ana iba espectacular. Llevaba un vestido negro ajustado, de un amplio escote y con la espalda tan solo cubierta por leves cintas, cubría poco más del suculento culo de la mujer, dejando casi absolutamente a la vista sus hermosos y amplios muslos. Se notaba claramente que no llevaba sujetador que sostuviese sus enormes tetas.

Como les habían indicado sus amigos, le comentaron al camarero que estaba detrás de la barra lo que iban buscando: una pareja en la que ella admitiese un combate amistoso entre las mujeres. Al momento, el camarero les señaló una pareja de color que había al final de la barra.

Se trataba de una pareja de una edad que parecía muy similar a la de Ana y Carlos. Ella era una mujer también muy similar a Ana. Era negra ébano, de carnes suculentas, pechos enormes, muslos amplios y jugosos. Llevaba una especie de camiseta de tirantes anchas de algodón, blanca y muy ajustada, con un amplísimo escote y unos pantalones, tipo pescadores, también muy ajustados y blancos.

Son una pareja que vienen con bastante frecuencia por aquí – les comentó el camarero- buscando parejas en al que ella se enfrente a la otra mujer en una lucha erótica, fundamentalmente de tetas, siempre dentro de más sensualidad que violencia, claro. De hecho, en alguna ocasión han organizado algún combate en la sala y han sido muy excitantes, porque buscan rivales similares y ella, y como puedes ver…

Ya, ya veo, pero yo creo que no me quedo atrás ¿no?

No, no, por supuesto, seguro que estará encantada, ¿quieren que les presente?

No hace falta, ya lo hacemos nosotros gracias

Durante toda la conversación, ambas mujeres no se habían quitado ojo. Ana había notado cómo se le hinchaban las tetas y se le ponían erectos los pezones y cuando se acercaron a la otra pareja, pudieron comprobar que a la otra mujer le había pasado lo mismo, ya que se le marcaban sus gruesos pezones a través del ceñido vestido, transparentándose igualmente sus oscuras aureolas.

Hola, yo soy Carlos y ella Ana, ¿qué tal?

Yo soy Julio y ella es Tina

Nos ha dicho el camarero que buscáis parejas de intercambio en la que ella luche

Sí, así es, ¿por qué, Ana lucha?

Claro que sí, y no se me da mal

Tienes buena fachada, pero otras con igual fachada que tú no han resistido mis tetas ni tres minutos

Pues yo te aseguro que si las mías aguantarán lo que aguanten las tuyas y más

Vamos a comprobarlo

Pasaron a una de las habitaciones que había en un pasillo que salía del lateral de la barra. Era una habitación amplia, con una cama grande, un baño completo y una habitación lateral con una especie de colchoneta que cubría todo el suelo.

Parece que está pensada para la lucha

No lo parece, lo está, la pedimos nosotros y como somos buenos clientes y la cosa tuvo éxito accedió la dirección del local

Tina se quitó la camiseta, dejando dos enormes tetas desnudas, comenzando a recorrer sus pezones con el dedo índice, consiguiendo que sus pechos pareciesen aún más grandes y duros, y sus pezones más gruesos. Sin quitarse el pantalón pescador de algodón ajustado que llevaba, se veía realmente impresionante.

Ana se desabrochó las cintas que cubrían su espalda y dejó caer la parte delantera del vestido, dejando completamente desnudas sus enormes y duras tetas, masajeándoselas también y provocando que sus pezones se endureciesen y estirasen, pareciendo aún más grandes y poderosas.

La visión de ambas mujeres con sus armas desnudas era enormemente excitante. Se contoneaban levemente de un lado a otro, con los brazos en jarra y las manos en la cintura, haciendo que sus tetas se moviesen un poco de lado a lado.

Por fin, Tina se quitó los pantalones. Se los quitó despacio, como queriendo mostrar el poderío de sus muslos, bajando lentamente por aquellos enormes muslos, y viéndose aún más grandes sus tetas cayendo hacia abajo al inclinarse. Finalmente, se terminó de quitar los pantalones y los echó a un lado, quedándose aquel impresionante cuerpo tan solo cubierto por una mínima tanga blanca que dejaba traslucir un abultado coño.

Ana hizo lo mismo, bajándose muy lentamente el vestido y demostrando que no tenía nada que envidiar ni temer de aquél cuerpo, ya que el suyo no le iba a la zaga en nada y lucía al menos tan poderoso como el de su rival, ya que sus muslos también eran espectaculares y sus tetas no menos inmensas, quedándose, al igual que su rival con su cuerpo tan solo cubierto por una mínima tanga negra, de la que sobresalían algunos pelos de su voluptuoso coño.

¿En qué tipo de lucha quieres que te venza?

Vencerme no me vas a vencer en ninguna, pero ya que presumes tanto de tetas, quiero darles una buena lección. Después, podemos hacer lucha.

Después de que acabe con tus tetas, dudo que quieras seguir luchando

Habla menos y vamos a luchar.

Ambas mujeres se pusieron las manos a la espalda, cogiéndose el tanga para evitar tentaciones de utilizar las manos. Las reglas eran claras: la primera que rehuyera el combate o se agarrara las tetas o utilizase en la lucha alguna parte del cuerpo que no fueran las tetas, perdería, y serían para la vencedora las pollas de los dos hombres y la lengua de la perdedora, que debería lamerle las tetas, el coño, el culo…

Los dos hombres se pusieron cómodamente en un lugar donde no estorbaran el devenir del combate pero donde no se perderían detalle alguno, quedándose totalmente desnudos y con las vergas absolutamente tiesas ante el magnífico espectáculo que ambas mujeres estaban ya brindando e imaginando el que iban a desarrollar en breve.

Empezaron a mover los hombros de un lado al otro, a cierta distancia, haciendo chocar sus tetas con sus propias carnes, como para demostrar a la oponente el poderío de sus argumentos. Tina, comenzó a hacerlo también de arriba abajo y se veía que además de experiencia tenía dos armas temibles, pero Ana, en lugar de arredrarse, hizo los mismos movimientos, haciendo ver a su rival que también era una contrincante temible.

Por fin dieron el paso adelante e hicieron chocar por primera vez sus tetas. El choque cogió a Tina bajando sus tetas y a Ana subiéndolas por lo que el impacto fue en la zona más blanda de las tetas de la negra que, sin embargo, y a pesar de apretar los dientes para no gritar, rápidamente se repuso y empezó a mover con rapidez sus hombros de un lado a otro para hacer chocar sus tetas contra las de su oponente. Ana, por supuesto, hizo lo mismo y el combate comenzó con una dureza que parecía que iba a durar muy poco, pero viendo la categoría de las contrincantes, hacía pensar en un gran combate.

Rápidamente, ambas mujeres comenzaron a sudar con profusión y sus tetas empezaron a enrojecerse, más claramente en las blancas tetas de Ana que en las de Tina, aunque también se apreciaba cierto color rojo en las tetas de la hembra de ébano. Los golpes eran duros y sonoros y ambas hembras demostraban que no eran unas novatas en los combates a tetazos, moviendo con habilidad y rapidez los hombros para que sus tetas impactasen lo más fuertemente posible con las de la contrincante.

Comenzaron a aplastarse las tetas, sintiendo cómo se clavaban los puntiagudos pezones de la oponente en los suyos propios y los suyos en las tetas de la contraria. Ana, con la dureza del combate disfrutaba, ya que le resultaba de lo más excitante enfrentar sus tetas a las de rivales de gran categoría y comprobar que las suyas eran igualmente poderosas.

El dolor era lo de menos. La excitación hacía que el ardor de las tetas fuera mínimo y que ambas contendientes lanzaran sus poderosas armas delanteras sin pudor ni miedo, conscientes de que eran dos grandes tetonas. Ana comprobaba que Tina había luchado mucho con las tetas y que intentaba llevar un alto ritmo de combate pensando que así asustaría a Ana, pero ésta también tenía varios combates en sus tetas y le encantaban los combates duros.

Empezaron a separarse un poco y a abalanzarse de frente chocando frontalmente con sus tetas. En uno de los encontronazos, Ana perdió el equilibrio y cayó al suelo. Se levantó rápidamente y volvió al combate, cogiendo desprevenida a Tina, que también se trastabilló y cayó al suelo.

¿Has visto qué pronto te he quitado la sonrisa burlona de la cara?

Ahora verás – respondió Tina levantándose también rápidamente del suelo e impactando de nuevo sus tetas contra las de Ana.

El combate se endureció, si es que ello era posible. Ambas mujeres se aplastaban las tetas y no dejaban de apoyar sus piernas firmemente en el suelo para obligar a la contraria a retroceder, cosa que ambas se resistía. Eran mínimos los movimientos, porque en cuanto una avanzaba un poco, la otra clavaba los pies en el suelo y, rápidamente recobraba el camino perdido.

El duelo era de lo más intenso. La altanería de la negra se iba minando poco a poco al observar que, efectivamente, la rival que tenía enfrente era de auténtico nivel y que le iba a costar bastante vencerla si es que al final lo hacía.

Entraron en una fase de locura, enviándose tetazos descontroladamente, impactando en todos los lados de las tetas, y gimiendo en cada encontronazo. Muchos de los giros ni tan siquiera conseguían que las tetas chocasen, quedando como tetazos perdidos, pero daba igual. Ambas mujeres iban a por todas y al lanzar los ataques descontroladamente hacía que las tetas no siempre se encontrasen.

Se pararon un momento. Ambas estaban jadeantes, sudorosas, con las tetas rojas pero duras como piedras, los pezones erectos y desafiantes y ambas con ganas de seguir la lucha. Se observaban con ganas, sabiendo que la contraria era una rival de categoría, lo que les daba aún más orgullo si salían finalmente vencedoras.

Los maridos, con las pollas absolutamente erectas, contemplaban extasiados el fantástico combate. Aprovechando la parada de las gladiadoras, y tras mirarse ambos con una mirada de complicidad, se acercaron cada uno a su mujer y sobándose bien las pollas, se corrieron sobre las tetas de las contendientes a las que ahora, además de sudor, les corría el semen de sus respectivos maridos por las tetas.

Volvieron de nuevo al combate, aplastándose las tetas, que rebosaban por ambos lados de las espaldas. La presión era tan grande que casi desaparecían entre sus cuerpos. A ambas les abrasaban las tetas, pero no estaban dispuestas a demostrar nada ante su contrincante.

La reina de ébano, empujó a Ana hacia atrás y le dio un par de tetazos que parecía que habían hecho mella en su oponente y confiada por ello se lanzó con todo sobre las enrojecidas tetas de la que pensaba era ya su presa. Pero Ana, ni mucho menos, estaba vencida, y tras unos instantes de duda en que capeó como pudo el temporal, volvió a plantar sus pies en el suelo y a hacer frente a su oponente.

Se clavaban los puntiagudos pezones y ya empezaban a notar ambas contendientes la dureza y duración del combate, pero ambas tenían fuerzas para alargar por bastante tiempo el combate, ya que ninguna estaba dispuesto a reconocer la derrota, por muy tetona que fuese la contrincante.

las tetas de una blanca nunca podrán con las macizas tetas de una negra, zorrita. Ve dándote por vencida ya.

Muy seguras estáis las negras de vuestro poderío, pero hoy te voy a bajar los humos y te voy a demostrar lo que valen las tetas de una blanca

No dejaban de chocarse las tetas, y se agarraban de los hombros para endurecer aún más los tetazos y clavar más firmemente los pezones en las tetas de la contrincante. Ambas estaban muy excitadas, y parecía que no sentían los terribles tetazos que se estaban dando, que estaban tan metidas en la pelea que les daba igual los golpes que se estaban dando con las tetas.

El sudor le caía a ambas luchadoras en gran cantidad por todo el cuerpo, y salían despedidas en todas direcciones cuando chocaban las tetas. Ambos hombres no dejaban de masajearse sus propias vergas y se notaban a punto de una nueva corrida. Las mujeres, por su parte, seguían gimiendo y dándose tetazos.

No pudieron los maridos aguantar una nueva corrida, por lo que se volvieron a levantar y vertieron su semen sobre las contendientes, que dejaron de aplastarse las tetas para volver a hacerlas chocar, por lo que salpicaron todo del semen de sus maridos, mezclado, tras volver a aplastarse las tetas, sobre los enormes y ya hinchados pechos de ambas contendientes.

El semen de los maridos pareció suponer un lubricante y volvieron a mover descontroladamente los hombros, lo que hacía que sus tetas volvieran a chocar de manera espectacular ante la asombrada mirada de ambos maridos. Las quejas y los gemidos de ambas contendientes se hacían cada vez más notorios, ya que el dolor se les iba acumulando, y comenzaban a sentir cierta debilidad en sus tetas, aunque sus pezones aun lucían erectos y sus tetas altivas.

Tina, cegada quizás por el enorme dolor que sentía en sus tetas, lanzó un descontrolado ataque dando un paso hacia delante que no encontró las tetas de su rival, que con una quiebro, esquivó y logró conectar dos tetazos en la parte inferior de las tetas de su rival, impactando de lleno, o que provocó un grito desgarrado de la reina de ébano que no pudo por más que quitar las manos de su espalda y agarrarse con fuerza las tetas para mitigar el dolor.

Ana, espectacular, hizo una ultima exhibición con sus tetas, moviéndolas de un lado al otro y de arriba abajo, con los brazos arriba en señal de victoria, para después abrazarse con su marido, que permanecía con su polla bien erecta. La negra, por su parte, se agarraba las tetas y se abrazaba a su marido, que también permanecía con su rabo bien tieso y la felicitaba por su gran combate.

Ana también se cogió las tetas, ya que sentía un inmenso ardor dentro de sus tetas. Tras esto, ambas luchadoras volvieron a abrazarse, sintiendo, ahora sin tanta agresividad, las que hasta hacía un momento habían sido terribles armas de combates.

eres una gran hembra Tina, no me he encontrado muchas tetas como las tuyas

sí, pero me has vencido. Tus tetas son terribles, pero me tienes que dar la revancha

sí pero ahora vamos a disfrutar, que ya hemos combatido bastante

bien, disfruta, la polla de mi marido es tuya y mi lengua también

eres demasiado hembra para mirar. Liémonos, y que las pollas sean de las dos, igual que las tetas, los culos y los coños

La noche transcurrió caliente y con ambas parejas follando como locos, aunque Ana era consciente de que, su posible amistad con Tina la podía llevar a un círculo de tetonas donde iba a disfrutar de calientes combates.

lunes, 27 de septiembre de 2010

RELATO - PELEA ENTRE CRIADAS

Escrito por María López.

Era Sábado por la noche y hacía en España un calor infernal. Yo me había quedado sola con las criadas, y tenia 15 años. Conchita era una gallega 43 años fuerte y robusta y Encarnita, una murciana de 28. Ninguna se toleraba y Conchita habitualmente provocaba a Encarnita, con el objeto de encender una pelea para golpearla. Una noche presentí que habría una riña y me escondí bajo la cama para ver sin ser vista. Pronto escuché una discusión y las vi rodando por la alfombra tirándose de los pelos. ¡Bruja...! ¡Guarra...! escuché entre otros insultos más gruesos, mientras trataban de ponerse una encima de la otra. A Encarnita se le iluminaron los ojos cuando de pronto se vio sobre el cuerpo de Conchita y creyó que podría dominarla. Pero esta última arqueó su estómago y la desmontó. Rápidamente la puso de espalda y pasando una pierna sobre Encarnita se sentó sobre su estómago. Conchita sonreía de placer. ¡Ya eres mía..! Chilló. Entonces puso sus gruesas rodillas sobre los hombros de la joven. Encarnita estaba perdida, su rival tenía un buen trasero y fuertes muslos con los que inmovilizó a su víctima. Encarnita con su falda recogida pataleaba inútilmente para escapar mostrando unas minúsculas bragas. Desde debajo de la cama veía todos los detalles ¡Sueltemeee...! Imploró Encarnita. ¿Con lo bien que lo estoy pasando te voy a soltar....? respondió Conchita al mismo tiempo que meneaba sus caderas sobre ella para aplastarla. Más de 20 minutos estuvo la gallega gozando sobre Encarnita. Finalmente Conchita descubrió su sexo y para evitar daños irreparables, la derrotada tuvo que repetidamente besarle el clítoris hasta dejarla satisfecha. No conforme todavía, le dijo que la soltaría si el domingo dejaba a su novio un rato a solas con ella .... Encarnita, con lágrimas en sus ojos tuvo que acceder para librarse del peso de su enemiga. Finalmente ésta la soltó dándole una sonora bofetada. Yo era muy joven, desconocía esos "finales femeninos" y quedé muy impresionada. Con el correr del tiempo aprendí lo excitante que son. Naturalmente para la vencedora...

FIN

sábado, 25 de septiembre de 2010

RELATO - MUJER LATINA

Escrito por Alegría.

CAPÍTULO I:

La mujer de sangre latina constituye una deliciosa mezcla de belleza, inteligencia, elegancia y de volcánicos instintos con los que generosamente endulzan el amor. Su temperamento fogoso, a veces desenfrenado es superior al de otras razas. Por ello y otras virtudes, es una maravillosa creación de la que disfrutan ciertos hombres que tienen la suerte de ser amados con pasión por una de ellas. Hace un tiempo, se comunicó por E-Mail con nuestra Homepage, una persona que se identificó con un médico de origen alemán, llamado Urs. Dispuesto a contar una historia real. Lo que sigue a continuación fue relatado por éste señor quien presenció los hechos y no quiso revelar la nacionalidad de las protagonistas ni el lugar geográfico donde estuvo. Sólo dijo que ocurrió en Sudamérica, en enero de 1997, sin más aclaraciones. Según su relato, era un hombre joven y soltero muy codiciado por las damas. Carmen (24), era una estupenda odontóloga, rubia de ojos azules y de unos 60 kilos, era su novia y él era Director del Hospital donde ambos trabajaban. Si bien es cierto ese centro hospitalario estaba ubicado en una población rural, era muy importante para la zona. Aunque no vivían juntos, el romance funcionó muy bien por largos meses. El trabajo con los pacientes era cada vez mayor y pronto ese Hospital fue reforzado con una nueva doctora. Se llamaba Laura (28), morena divorciada de excelente figura, más delgada que la rubia y tal vez de unos 55 kilos. Venía procedente de una prisión de mujeres, donde había trabajado por dos años como médica. Era verano y normalmente concurría vestida con un breve delantal blanco muy transparente que marcaba sus prendas interiores. Era una mujer divertida y sin prejuicios que motivaba comentarios de todo orden entre el personal estable. Poseía una considerable dosis de ácida competencia para las personas de su mismo sexo. A Urs, le fascinaban las experiencias del anterior empleo de esa doctora. Ella lo había notado y ponía énfasis en sus relatos. En las cárceles de mujeres, la violencia es moneda corriente y su mayor trabajo consistía en curar lesiones. También contó que por razones de seguridad, fue obligada junto con otras empleadas de esa prisión a realizar un curso de defensa personal donde muy contenta concurría 3 veces por semana para descargar tensiones. El lugar era un gimnasio donde una profesora las entrenaba en Yudo. Las clases se daban sobre una colchoneta y por un principio muy femenino, lo que más les excitaba era lograr la capitulación verbal de la oponente. Como todas eran mujeres adultas, ponían mucho empeño y orgullo para ganar. Ella no era muy buena y normalmente la vencían en la mayoría de las veces. Nunca aprobó los primeros exámenes, pero sabía defenderse llegado el caso de una pelea real con "técnicas adicionales". El Yudo era de enseñanza obligatoria, pero algunas de personalidad más agresiva, también aprendían boxeo. Ello la hizo recordar sus épocas de estudiante cuando las jóvenes universitarias luego de una discusión, se encerraban en el gimnasio para cruzar guantes. Lo hacían con gran determinación y en el 100% de los casos el problema quedaba resuelto sin lesiones importantes. Aunque ella nunca se batió, comentó con entusiasmo, que el boxeo deportivo es la forma más práctica para ponerse de acuerdo entre mujeres. Por otra parte contó que el gimnasio de la prisión, también era usado en forma clandestina por las guardianas para enfrentar a dos presas en un duelo importante. Lo que más le impresionaba como médica, era el estado lamentable que presentaban dos presas luego de una pelea a mano limpia. Las peleas a puñetazos (igual que varones), son tradicionales en las prisiones de mujeres debido a que no quedan dudas sobre la real vencedora. Por ello es una forma valiente muy popular de combatir entre ellas. Pero las veces que se batían como gatas salvajes, usaban sus uñas como afiladas navajas para herir sus intimidades. No existe mujer alguna que no sepa usar hábilmente sus manos en una lucha y en todos los casos el conflicto termina cuando una de las combatientes quedaba fuera de combate. Son muy pocas las presas que no conserven alguna cicatriz. Pero lo peor era la humillación final que recibía la vencida. Es una especie de "ritual" obligatorio, el forzar a la derrotada a lamer las intimidades de la vencedora y ocurre en las cárceles de todos los países. La víctima siempre queda con importantes alteraciones psíquicas. Nada hacían las guardianas por evitarlo y preferían que las reclusas resolvieran sus problemas como "damas". En esa prisión había más de 200 mujeres y sus códigos entre ellas eran muy duros. Casi todas las razas estaban representadas, pero las latinas y las asiáticas eran las más feroces. Según recuerda la última líder había sido una Venezolana, luego de haber vencido en un duelo a puñetazos a una joven rubia norteamericana que se lo disputaba. Laura atendió a la derrotada que permaneció internada en la enfermería algunos días. Urs se sentía atraído por esa doctora y las veces que solían conversar, ella lucía con toda picardía un corto guardapolvo con 5 botones en su frente. Los dos últimos estaban desabrochados. Por eso al cruzar deliberadamente las piernas mostraba más de lo debido. Él estaba gratificado y no necesitaba que le dijesen el color de las bragas de ella... Carmen muy contrariada comenzó a notar que estaba siendo desatendida por su novio y lo que es peor desplazada por una casquivana que descaradamente quería quitarle su novio delante de sus narices. La tensión entre las dos profesionales era evidente. No se hablaban y cuando lo hacían se cruzaban críticas irónicas. Por su culpa había reñido con su novio y según le dijo, no descartaba la idea de enfrentarla en algún momento a solas.

CAPITULO II:


Ya había pasado un mes de la llegada de Laura, cuando una noche lluviosa, cansada de esperar a Urs, Carmen fue a busca a su novio al Hospital. Su sorpresa no tuvo límites cuando al ingresar al despacho del Director, encontró a esa doctora besando a su novio. El escándalo fue mayúsculo y Carmen, luego de insultarla abofeteó a Laura. Por toda respuesta la agredida hizo algunos pasos hacia atrás para sustraerse de nuevos ataques y luego muy calmada le dijo que no era precisamente el Hospital, el lugar adecuado para arreglar un tema como el suscitado. Inmediatamente se desabrochó el sostén y mostrando sus pechos desnudos, la desafió a pelear en la casa de Urs, para definir el asunto de "mujer a mujer". Los ojos de la rubia estaban desorbitados por la ira y sorprendida por la reacción. Su feminidad estaba en juego delante de su hombre y desnudando también sus pechos aceptó de inmediato. Era imposible negarse. Por algunos segundos estuvieron frente a frente mirando con desprecio sus descubiertos bustos. Era la pose clásica y desafiante que adoptan las mujeres antes de una pelea. Sus rostros estaban endurecidos y sin dejar de observarse, arreglaron sus vestimentas. En pocos minutos llegaron a dicha casa y Urs fue obligado a aceptar y a no intervenir. El lugar elegido fue el garaje donde se dispuso de una amplia alfombra. Curiosamente no hubo gritos y sólo se pusieron de acuerdo en los detalles habituales antes de un duelo. Pelearían sin reglas y la vencedora obtendría todos los derechos. Urs sabía que Carmen, nunca había peleado de adulta, pero tenía más fortaleza física por haber practicado gimnasia. En cambio su desafiante había aprendido defensa personal, aunque tampoco poseía experiencia de una riña real. Él no tenía dudas que su novia le daría una lección inolvidable. Luego de los preparativos, la doctora que era la que menos prejuicios tenia, se quitó el guardapolvo y la ropa interior, quedando completamente desnuda. Carmen dudó unos instantes pero luego la imitó. Para animarla Laura, con gran soberbia le aclaró que era muy natural que dos mujeres se batieran desnudas como verdaderas hembras por el amor de un hombre. Es la mejor prueba de valentía y feminidad para descubrir quien es la mejor. Urs relató, estaba azorado por lo que veía, pero no extrañado. En los rings de los cabarets de Hamburgo, había visto violentas luchas de mujeres desnudas que son muy populares en Alemania. Pero esto era diferente y seguramente sería muy feroz. Mientras hablaba, la morocha adoptó una pose provocativa muy femenina, donde exhibía al completo el enmarañado y oscuro "monte de Venus". Lo hacía con placer y contrastaba con los rubios y ensortijados vellos de la odontóloga. En ambos casos, la abundancia de pelos tapaban por completo las ranuras vaginales. Para no ser menos la rubia, también la imitó en sus movimientos. Había fuego en los ojos de las mujeres, mientras frente a frente asumían poses de desafío. Disfrutaban con mostrarse mutuamente sus pechos y la selva de sus pubis, despreciando los de la rival. Era una suerte de competencia femenina para imponer su supremacía sexual muy entendible. A decir por quien relató estos hechos, la escena tenía un alto condimento erótico que ellas se habían propuesto para impresionarlo. La belleza de los cuerpos era magnífica sin abundancias y excelente armonía. Las dos estaban muy celosas, pero la ira estaba controlada para los minutos venideros. Con ásperas palabras Carmen le dijo que si quería "robarle" a su hombre primero tendría que vencerla y agregó que, ¡Ninguna hembra de verdad se deja quitar su amor sin pelear!. La morocha prometió que en unos momentos le daría una paliza y luego se quedaría con Urs.


CAPITULO III:


Ambas mujeres se habían propuesto ganar en forma definitiva. Con gran decisión, demostrando valentía, comenzaron a empujarse con los pechos poniendo las manos en sus cinturas y levantando sus cabezas. Mientras lo hacían, la morocha reiteró que le daría la paliza de su vida y luego se haría lamer el sexo... Urs enrojeció, pero comprendió que era natural que dos mujeres se dijesen esas cosas antes de una pelea. Carmen le respondió que sería ella la vencedora y muy pronto su novio vería quien lamería el sexo a quien....Las dos duelistas, con las palabras más vulgares y obscenas se prometieron un denigrante final. Laura a manera de desafío la empujó varias veces su sexo, lo que fue correspondido de igual manera. Es decir, ambas se golpeaban con sus montes de Venus. Entonces para enfurecerla más agregó sonriendo que: "luego de terminar con ella, se acostaría con él y sería la dueña todo su semen... ". La rubia le hizo girar el rostro con un fuerte puñetazo, pero no la pudo derribar. Fue el inicio de la pelea. Inmediatamente como obedeciendo a una orden del instinto, sus manos sacudieron la cabellera de la respectiva adversaria en una prueba de resistencia al dolor, al mismo tiempo que clavaban sus dientes en los hombros enemigos. Varias veces las rodillas de ambas duelistas subían y bajaban tratando de golpear la vulva enemiga lo que motivó un agitado movimiento de cinturas con apagados gemidos nerviosos. Sólo la rubia logró su objetivo. La morena lanzó un corto grito de dolor y antes de caer, sus piernas se trabaron y ambas cayeron pesadamente sobre la alfombra. Luego de rodar un par de veces para ambos lados, la mujer divorciada estaba perdiendo fuerzas rápidamente. Para aprovechar el momento, una lluvia de golpes cayeron sobre su desprotegido rostro. Carmen con un peso superior, estaba tratando de sentarse sobre el estómago de la doctora para dominarla por completo. Por su ubicación de espectador, Urs veía la espalda de su novia y sus puños cuando subían y bajaban con fuerza. Los pechos y la cara eran los blancos elegidos. A cada golpe que recibía, las piernas de la morocha se levantaban mostrando la intimidad de sus muslos y la oscuridad de su voluptuosa selva negra. La rubia cabalgaba y castigaba a su enemiga como si estuviese domando un potro salvaje. Ambas jadeaban por el esfuerzo, pero la doctora también gemía por el castigo que estaba recibiendo. Era una auténtica pelea de hembras por la supremacía de una de ellas. El calor era sofocante, la piel de las rivales estaba completamente humedecida por el sudor y finas gotas de transpiración caían sobre el cuerpo de la mujer que estaba de espalda contra el suelo. En un determinado momento, fatigada y con un insostenible dolor en los pechos, la divorciada dejó de moverse. Carmen rápidamente apoyó su sexo sobre la cara de ella. Estaba de rodillas sobre su enemiga y parecía una diosa vencedora, sus pezones estaban endurecidos y sus músculos en máxima tensión. La cabeza y los brazos de la morena estaban inmovilizados por dos poderosos muslos, y tenía sus ojos marrones desmesuradamente abiertos observando con impotencia la exuberancia del sexo de su rival. Gran parte de su cara estaba oculta bajo un espeso manto de vellos íntimos que mojaban sus mejillas con un cosquilleo desagradable. La rubia se apoyó mejor y Laura con horror sintió sobre sus labios el calor de la vagina con toda su humedad y su penetrante aroma. La presión era intensa, la respiración se hacía dificultosa y tenía nauseas. Era el momento sublime, esperado por toda mujer cuando gana una pelea. Carmen en posición dominante y con inocultable soberbia, la estaba "humillando de mujer a mujer". Con precisos movimientos, acomodó el clítoris sobre los labios de la morena y con duras palabras le exigió que lo lamiera o la estrangularía. Parecía el fin. Pero Laura, era experta en el "duelo de uñas" que había aprendido de las reclusas a quienes curaba de esas heridas. Con gran desesperación y esfuerzo pudo liberar una mano y atacó el sexo de la rubia. Ella no esperaba esa reacción y fue tomada por sorpresa. Comprendiendo el peligro hizo denodados esfuerzos para defenderse saltando a un costado y cayendo de espalda. El terror estaba dibujado en las mejillas de Carmen y fue el momento más animado de toda la riña. Agudos chillidos de ansiedad se escuchaban de ambas partes. Ahora era la rubia quien sacudía sus torneadas piernas en el aire mostrando en plenitud, la belleza de su desprotegida vulva. Estaba a la defensiva y a toda costa quería alejar a su enemiga. Con un gesto de ferocidad en el rostro y una dinámica acción de sus manos, Laura saltó sobre la rubia, venciendo velozmente las desesperadas defensas de la odontóloga. Con habilidad innata curvó el dedo índice de su mano derecha, buscó entre la espesura de rubios vellos la ranura del sexo y luego introdujo la uña profundamente en la vagina de su rival. La abundante humedad existente favoreció la agresión y su dedo fue extraído en forma de gancho para producir el mayor de los daños. Un grito de dolor inundó el garaje y la rubia quedó inmóvil con las piernas recogidas en posición fetal. El ataque fue visto claramente por Urs, que mencionó no duró más de breves segundos. Laura quería sentarse en la cara de su víctima para "humillarla" delante de su hombre. Pero la rígida posición del cuerpo y los gemidos ininterrumpidos de dolor lo impidieron. Sólo se contentó con apoyar su pie derecho sobre la cara de su víctima en señal de triunfo. Lo curioso era que Laura tenía importantes hematomas en la cara y sangraba por la nariz, en cambio Carmen no tenía lesiones visibles. A juzgar por los daños externos, la doctora era quien aparentaba haber perdido. Entre ambos ayudaron a una inanimada Carmen y le brindaron como profesionales los primeros auxilios. Lo positivo es que se dio prioridad a la atención de la paciente por sobre el anterior problema. Luego la vencedora fue al baño y por largo tiempo se duchó y limpió su boca de su anterior experiencia... Tenía mucho asco de la transpiración, aromas y otras secreciones intercambiadas en el cuerpo a cuerpo.


CAPITULO IV:


El combate había sido ganado en menos de 8 minutos por una mujer que momentos antes estaba recibiendo una paliza y seguramente perdería el enfrentamiento. La rubia aunque de mayor fortaleza y mejores puños, había sido derrotada con una táctica muy femenina y eficaz conocida por todas las mujeres del mundo. Por razones fáciles de suponer, esa misma noche Laura le exigió a Urs que durmieran juntos. Había terminado con su rival y era hora de gozar con su conquistado hombre como había prometido. En la intimidad del dormitorio ella confesó estar eufórica; le había quitado el novio a otra mujer y encima la había derrotado en una duelo de "hembra contra hembra". Si bien es cierto fue denigrada por algunos momentos, el triunfo final fue de la morena. Sólo se lamentó no haber podido "humillar" a su rival. Le hubiera encantado apoyarle su sexo en la boca para hacerse lamer el clítoris y luego sus jugos como se estila en esos casos. Con odio comentó que jamás podrá olvidar el horrible momento, en que su rival con toda soberbia, se sentó sobre su cara; acomodó la vulva sobre sus labios, y depositó toda su aromática humedad. Sintió vergüenza porque ello fue visto por el disputado hombre, y estaba muy contrariada por no haber podido devolverle con creces sus "atenciones". Quería darle una revancha cuando se reponga de sus lesiones para darle un "final femenino" a la futura pelea. Sin dejar de parlotear y con inocultable excitación Laura comentó que semanas atrás había presenciado una feroz riña de gatas entre dos jóvenes enfermeras. La pelea ocurrió en privado y la vencida fue forzada a lamer el sexo de la rival, pagando muy caro su derrota. Las pocas mujeres presentes disfrutaron muy nerviosas del momento esperado. El hecho fue ocultado a los varones. Laura entonces, le hizo comprender que, con ese denigrante "ritual", la víctima acepta todas las condiciones, incluso la pérdida de sus derechos sexuales sobre su hombre. Entre mujeres constituye una suerte de reconocimiento del triunfo de una vagina sobre otra, y en su caso hubiera sido necesario para definir el problema en un 100%. Es un concepto muy femenino generalmente no bien entendido. Urs desconocía este último hecho pero entendió que era normal en un Hospital con 15 enfermeras hubieran algunas riñas por motivos laborales. Laura dejó de hablar, estaba muy excitada y sutilmente ofreció su cuerpo desnudo. Su piel tenía algunas huellas de la batalla, y estaba algo dolorida, pero no fue impedimento para que nuestro relator pasara una noche inolvidable.


EPILOGO:


Al día siguiente Carmen pidió licencia médica y nunca más regresó a ese Hospital. El hecho siempre fue guardado como un secreto entre los tres. Aunque la morocha siempre lo negó con firmeza, Urs estaba seguro que Carmen había logrado una humillación más grave que la reconocida. No obstante, por la bravura demostrada, la feminidad de ambas estaba a salvo. Un par de semanas después, Laura se había propuesto encontrar la nueva dirección de Carmen. No estaba conforme de la manera que había terminado ese duelo y no admitía una riña femenina sin la "humillación" total para la vencida. Urs estaba admirado de su valentía, pero se opuso a una nueva pelea alegando distintas razones. Él sabía que el triunfo de la morocha había sido casual. "No siempre en una pelea felina la vencedora es la gata más fuerte, sino aquella más hábil". Con toda seguridad su ex novia aceptaría gustosa volver a pelear y esta vez destrozaría a Laura. Por suerte para ella, tiempo después abandonó esa idea. Como comentario final Urs relató a nuestro Grupo, que era un hombre de mundo; había presenciado excitantes shows de lucha femenina en los cabarets de Alemania, todos reales y violentos. Pero nada se comparaba a una feroz pelea entre dos mujeres latinas. Estaba maravillado de la fortaleza espiritual y explosiva de las hembras por cuyas venas corre esa sangre volcánica. Meses después se casó con Laura.


FIN

RELATO - EL DUELO

Escrito por Alicia y adaptado por Alegría.

Capítulo I:

Mi nombre es Alicia, tengo 25 años y soy profesora de gimnasia de un importante club deportivo que no puedo mencionar. Una amiga que conozco me recomendó que escribiera un hecho que fui testigo que demuestra la decisión y el valor de las mujeres cuando se proponen algo. Me pareció una idea interesante, por ello les cuento lo ocurrido. Sólo diré que los hechos ocurrieron en Sudamérica. Mi trabajo es enseñar distintas gimnasias y soy la encargada con responsabilidad en ese gimnasio. Una noche antes que terminara con mis actividades, me vino a ver una mujer muy rubia. Su presencia y su inquietante belleza llamó la atención a no pocos varones ahí presentes. Se llamada Marigot y era soltera, tal vez de unos 29 años. Se notaba que tenía un carácter fuerte y estaba muy nerviosa. Pidió hablar en forma reservada y cuando estuvimos a solas, me preguntó si le permitía cruzar guantes en privado con una mujer llamada Kiana. Naturalmente le dije que sí, siempre que sea un encuentro deportivo. No conocía a ninguna de las dos y me pareció interesante su pedido. Luego de algunas consideraciones tomamos un café y me contó que durante algún tiempo fue la novia de un importante hombre de negocios llamado Esquivel. Por esas cosas del destino ese hombre contrató los servicios de una secretaria muy sexy de sangre oriental, que en poco tiempo la desplazó y se quedó con su hombre. Por ello, días antes había hablado con Kiana por teléfono y luego de un picante diálogo se habían desafiado a pelear. Marigot se batiría para salvar su orgullo femenino y su rival para reafirmar sus derechos. El duelo estaba supeditado hasta que alguna de ellas encontrara un lugar discreto y adecuado. Acordamos que las esperaría la noche siguiente cerca de media noche para que no hubieran testigos. Pero se aclaró que no permitiría una "pelea de gatas callejeras". Marigot se retiró y prometió volver con su enemiga. Yo me encontraba sorprendida porque nunca imaginé que dos mujeres usarían mi gimnasio para un enfrentamiento de tal naturaleza. A medida que me iba enterando del problema, más me convencía que era justo que definieran el pleito de esa forma. Era el motivo clásico entre mujeres. Ambas tenían razón y un match de boxeo era lo más indicado para que dos damas laven sus afrentas.


Capítulo II:


Por suerte la noche indicada no había nadie en el gimnasio. Marigot llegó primero y minutos después lo hizo Kiana. Esta mujer resultó ser una oriental exótica de piel bronceada y ojos almendrados. Era muy bella y tal vez un poco más joven que la rubia. Les pregunté si habían traído ropas de gimnasia y para mi sorpresa ninguna traía otra cosa que sus vestidos de verano. Como sólo éramos tres mujeres, cerré con llave las instalaciones y les sugerí que se quitaran las ropas. Una ligera inspección permitió comprobar que no escondían en sus cuerpos ningún objeto peligroso. En la balanza Kiana pesó 52 Kilos y su rival 54 Kg. En instantes las dos contendientes con agilidad felina subieron al ring dispuestas a demostrar su feminidad. Estaban descalzas y en breves ropas íntimas que no podían ocultar su sexo. Kiana había sujetado sus negros y largos cabellos con una vincha negra que combinaba con el resto de sus finas prendas interiores. Ninguna tenía el menor de los miedos y las dos estaban muy ansiosas para pelear. Con los músculos de los rostros crispados, me hicieron prometer que no interferiría en el combate. La tensión era insostenible y acepté sus pretensiones con cierto temor. Mostraban una inquietante belleza, pero Kiana era la que tenía menos prejuicios. Haciendo gala de valor se quitó el sosten y exhibiendo sus pechos desnudos con gestos obscenos y gruesas palabras insultó a su rival prometiendo una humillante paliza. Marigot enrojeció muy turbada y al mismo tiempo que descubría sus pechos, le dijo que luego que termine con ella no le quedarán más ganas de "robar hombres ajenos". El intercambio de insultos y gestos fue muy intenso, similar al utilizado por mujerzuelas antes de una pelea. Para evitar que se enfrentaran en una inminente lucha salvaje, interrumpí el diálogo y procedí a distribuir los guantes de boxeo. Eran de un modelo liviano que no usaban cordones para atar. Como al parecer ninguna sabía las técnicas del boxeo, les sugerí que emplearan sólo los puños y que no habría interrupciones hasta que hubiera una definición. Estaban prácticamente desnudas y exhibían excelentes formas físicas, piernas y brazos con suaves ondulaciones musculosas que denotaban gran fortaleza. A pesar de mi experiencia, me era imposible predecir quien triunfaría. Había una gran determinación para ganar y los dos cuerpos evidenciaban poseer una reserva física muy considerable. Por mi profesión había visto encuentros de boxeo femenino muy interesantes, pero éste por ser un duelo era diferente. Confieso que estaba muy ansiosa de ver el final de este colosal choque de hembras aunque sabía que el resultado no variaría la elección de Esquivel.


Capítulo III:


A una señal, las dos comenzaron a girar muy lentamente con la mirada fija en la otra mujer. Marigot inició las acciones golpeando el mentón de Kiana que retrocedió por el impacto. Comenzó entonces un furioso cuerpo a cuerpo con intercambio de mordiscos y patadas. En los primeros instantes las dos mujeres absorbieron un fuerte castigo que pareció no producir efectos. En una oportunidad la oriental fue alcanzada con una derecha y una izquierda, girando su cabeza para ambos lados mientras sus negros cabellos flotaban furiosos en el aire. Pero luego volvió al ataque con renovados bríos devolviendo los golpes uno por uno y añadiendo dos rodillazos entre las piernas de Marigot que la estremecieron de dolor. Los insultos se mezclaban con los gemidos de sufrimiento. Pasados los primeros momentos, los rostros de ambas mujeres mostraban las primeras muestras del combate. La nariz de Kiana, goteaba mucha sangre y Marigot tenía un ojo completamente cerrado. A pesar de que las dos acusaban fuertes dolores en los pechos, ninguna parecía ceder. Por momentos el intercambio de golpes era muy intenso y luego se separaban para tomar aliento. Era evidente que la rubia estaba a la defensiva por haber recibido un castigo más duro. Los puños de la oriental eran muy efectivos y sus rodillas habían golpeado en dos oportunidades un lugar muy vulnerable de la anatomía femenina. Kiana sabía que sus golpes habían debilitado a su rival y sonreía saboreando un triunfo anticipado. Marigot con una mueca de sufrimiento y de miedo se defendía del acoso adversario. Trataba de alejar a su enemiga lanzando algunas patadas para alcanzar la parte más baja, pero ya no tenía reflejos y no tuvo éxito. Cualquier árbitro hubiera detenido el combate dándole el triunfo a la oriental. Pero no era este el caso. Cuando mi cronómetro marcaba 8 minutos de iniciado el combate, la mujer de cabellos negros llevó contra las cuerdas a su rival mientras con ambos puños le golpeaba los pechos. Marigot, muy dolorida bajó las manos para protegerse y Kiana levantó su puño derecho que impacto en el mentón. Fue un gancho perfecto y la nariz de Marigot por un segundo quedó apuntando al techo con sus ojos en blanco. Sus rodillas se aflojaron y cayó pesadamente al suelo sin sentido. Su cuerpo había colapsado. La oriental la tomó de los tobillos y la arrastró al centro del ring como si fuese una muñeca inanimada. Luego sin soltarla le abrió las piernas y le pateó la zona sexual. Marigot quedó completamente K.O y había dejado de moverse.


Capítulo IV:


Todo había terminado en 9 minutos y le dije a Kiana que bajara del ring. Pero ella se negó diciéndome que todavía faltaba lo más importante.... Sin darme tiempo a nada, la mujer de ojos almendrados arrojó los guantes. Luego procedió a desnudar su intimidad femenina, apoyando triunfante toda su oscura exuberancia en la cara de la vencida. Quedé sorprendida por la rapidez de la acción y se me hace difícil describir la escena. Kiana había aprisionado con sus dos macizos muslos la cabeza de su rival y mientras movía su cintura, disfrutaba en silencio de una especie de "ritual humillante" muy conocido entre mujeres. Confieso que estaba paralizada por lo que veía, pero comprendí que la vencedora tenía ese derecho y esa humillación era inevitable para reafirmar la conquista de Esquivel. Un par de minutos después Marigot había reaccionado y gemía para que la soltara reconociendo espontáneamente su derrota. Pero la vencedora continuaba sentada, implacable en su denigrante tortura de humedecer la cara de la vencida. Como requisito para liberarla le exigió con palabras muy fuertes imposibles de reproducir, que lamiera su sexo o le arrancaría los ojos. Luego que estuvo satisfecha, le hizo comprender que esa noche le contaría la victoria a su hombre y luego gozaría con él. Marigot volvió a perder el conocimiento víctima del fuerte shock sufrido por la humillación. Entonces Kiana, se levantó. Recuerdo que estaba toda desnuda y mojada de sudor, mirándome a los ojos me dijo muy feliz ¡GANÉ...!. Algo más calmada y mientras se vestía, la oriental me confió que conocía el arte de la defensa personal y estaba muy segura de ganar este pleito. Como se comprenderá, en la tierra de sus padres es muy tradicional pelear por honor. Cuando la rubia dolorida y sollozando pudo retirarse, hacía más de 90 minutos que Kiana se había ido. Por suerte Marigot era una mujer muy fuerte y aparentemente no tenía lesiones de importancia. Tuve lástima por ella, pero comprendí que los duelos entre mujeres normalmente terminan de esa manera y las dos habían aceptados los riesgos. Ya pasaron algunos meses de esa experiencia y no creo que nunca vuelva a ver a las protagonistas. Todavía tengo una sensación extraña por lo ocurrido.


Comentario final:


En mi gimnasio habían existido algunos escasos enfrentamientos de boxeo y luchas amateurs entre jóvenes mujeres. No era habitual, pero tampoco nada raro para medir habilidades y satisfacer el irresistible deseo de la competencia femenina. Es excitante ver el colosal empeño que ponen para vencer que carga de tensión el ambiente hasta que una de ellas es inevitablemente derrotada. Realmente a muchas les encanta ganar una confrontación física de "mujer a mujer" y esos deportes les permiten descargar sus agresividades. Por los mismos motivos las legendarias amazonas luchaban públicamente en un ruedo sin tener que dar explicaciones a nadie. Quizás ésta sea la razón por la cual hoy en día algunas damas se desafían para definir deportivamente en un ring las "diferencias femeninas" que siempre existen. Como profesora de gimnasia veo este fenómeno como algo positivo y fundamentalmente muy natural. Lamentablemente, este derecho que tenemos no siempre es bien comprendido y la mayoría de los enfrentamientos deben realizarse sin la presencia masculina. Nunca había visto un duelo con esas características tan especiales y no olvidaré que una vez dos mujeres demostraron ser muy hembras y se batieron por un hombre en mi gimnasio. Aunque parezca un contra sentido, creo que ¡es muy femenino pelear por un hombre...!


FIN

viernes, 24 de septiembre de 2010

RELATO - BAÑO DE DAMAS

Escrito por Isabel y adaptado por Alegría.

Capítulo I:


Me llamo Isabel, soy pelirroja y deportista. Universalmente, el baño o los vestuarios de damas suele ser el lugar predilecto para que dos mujeres "arreglen" sus diferencias. Generalmente las protagonistas lo eligen, porque ahí no ingresan varones que puedan interferir durante la pelea. Existen numerosas historias al respecto que las mismas mujeres se encargan de ocultar al oído de los hombres. Me consta que ello es así. Trabajo como secretaria de presidencia, de una fábrica de alimentos. Tiempo atrás, en mi oficina se extravió un costoso impermeable, su dueña se llamaba Sonia(28), una rubia agradable que es mi amiga. Pronto descubrimos que Alicia(26), una morena insoportable y amante del gerente, se lo había llevado "equivocadamente". Mi amiga se lo reclamó y Alicia, no obstante las pruebas, negó terminantemente ser la autora. Comenzó una discusión donde se empujaron con sus pechos. En ese lugar no había hombres y luego de algunos insultos se desafiaron a concurrir al vestuario de damas para "lavar las ofensas". En el lugar no menos de 6 mujeres observaban y murmuraban ansiosas. Las dos eran atractivas y femeninas. Tal vez de unos 55 Kgs. cada una. Como es de suponer yo y todas las demás, deseábamos que Sonia, le dé una formidable paliza y recupere esa prenda. Alicia, se había hecho odiar, pues como buena amante del gerente también delataba a sus compañeras. Las protagonistas vestían minifaldas muy cortas de color azul y para mayor comodidad se descalzaron y se quitaron las blusas blancas pertenecientes al uniforme. Luego de las conocidas y "picantes" frases que usan las mujeres antes de una batalla, se inició una auténtica pelea a puñetazos. Todas quedamos maravilladas porque las dos sabían emplear muy bien sus puños y conocían donde golpear. Momentos después el rostro de ambas comenzó a mostrar los primeros vestigios del castigo. En ciertas ocasiones cuando una de ellas estaba en dificultades recurría al eficaz sistema de agarrar fuertemente los cabellos de la adversaria, luego la pelea continuaba con los puños. En los primeros minutos no era posible determinar quien ganaría. Pero era notorio que Sonia, llevaba la peor parte, estaba agotada y carente de reflejos. Tenía una fuerte hemorragia nasal y se quejaba de dolores en uno de sus pechos. Mi amiga estaba a la defensiva de espalda contra la pared. Una mueca, mezcla de furia y placer se notaba en la cara de Alicia mientras la castigaba a voluntad. Pronto llegó el final. La morena lanzó una violenta patada que alcanzó las entrepiernas de su adversaria. El golpe había sido definitivo. La rubia gimió y cayó de rodillas frente a los pies de su enemiga. Estaba impotente y todo había terminado, pero Alicia quería ganar por K.O. Entonces con su derecha golpeó la mandíbula y Sonia quedó sin sentido en posición fetal. Todas quedamos muy impresionadas. Momentos después la vencedora se retiró airosa y mi amiga tuvo una semana de licencia médica. Como se comprenderá, el impermeable nunca fue devuelto y el amante de la morena quedó muy orgulloso de ella. Después de esa pelea, el odio contra Alicia aumentó en la misma proporción que el respeto de todas nosotras. Pero seguramente algún día alguien se animará a vencerla en un enfrentamiento "de mujer a mujer". En esa fábrica trabajan unas 20 mujeres y en los vestuarios no era la primera vez que ocurría una riña femenina para dirimir algún problema. Normalmente los hombres ignoraban estos duelos.

Capítulo II:


También soy socia de un importante club privado y precisamente en ese lugar tuve mi primer riña de adulta. El pleito fue por el ex novio de una tenista rubia que ahora yo pretendía. Semanas atrás, por celos nos habíamos desafiado telefónicamente para resolver en el baño de mujeres de ese club, quien era "la mejor hembra para pelear". Yo había prometido ganar y conquistar a ese hombre. Ella también era socia y no se fijó fecha alguna, la pelea tendría lugar en el momento que nos encontremos en ese lugar en forma ocasional. Las dos éramos muy fuertes y de un elevado nivel social. Ninguna superaba los 60 Kgs./25 años. Una tarde, mientras nos duchábamos observé que a metros de mi se encontraba la rubia. Ella también me vio y desnudas como estábamos nos acercamos para hacer prevalecer nuestra femineidad. Luego de recordarnos el desafío pendiente comenzamos a empujarnos con los pechos. Ella, con gruesas palabras prometió que se sentaría en mi cara para hacerme pagar muy caro mi derrota.... La amenaza excitó a una media docena de mujeres que deseaban ver quién sería la humillada y de quién sería ese hombre. De inmediato nos tomamos de los cabellos y nuestras poderosas rodillas subieron varias veces tratando de alcanzar la vulva enemiga con un golpe definitivo. A pesar del empeño puesto en ello, ninguna lo logró y caímos al suelo. Completamente mojadas luchamos ferozmente como gatas bajo las lluvias empleando todas las "artes femeninas" para ganar. Los gritos de dolor y las características de la riña deleitaban a las espectadoras. Ambas contendientes sufrimos diversas heridas y hematomas. Todo terminó 8 minutos después, cuando en un supremo esfuerzo pude sentarme en el estómago de mi enemiga y tomándola de los cabellos le golpeé la cabeza contra el suelo hasta dejarla aturdida. Para bullicio de las demás espectadoras, la rubia capituló y debió reconocerme como la ganadora. Completamente inmovilizada y bajo feroces amenazas de arañarle el sexo la obligué a lamerme los pechos. Por largo tiempo su boca chupó alternativamente mis duros y rosados pezones hasta mi completa satisfacción. ¡Ya no hubo dudas sobre quien era mejor hembra para pelear y quien era la nueva amante de ese hombre...! Luego de la batalla, mi rival dejó de interferir en mi vida privada y logré todos mis propósitos.
Epílogo:
Días después de haber ganado el duelo y aún con mis cicatrices frescas, le comenté a una persona: "Sólo una mujer puede entender el placer que se siente cuando, luego de pulverizar a la rival en una pelea, se la obliga a capitular y se la humilla. Nada se compara con el sublime momento en que la vagina vencedora recibe el semen del hombre conquistado..." Por sí solo, este razonamiento marca las notables diferencias que existen con la mente de los varones.


FIN

RELATO - NOQUEADA EN EL GYM FEMENINO

Recopilación de Alegría.

La historia es real y no hay en ella ninguna exageración.

Me llamo Cristina. Tengo 32 años, peso 72 Kg. Cabello castaño claro, piel blanca y vivo sola en Buenos Aires. Soy culturista y me conservo en excelente estado físico pues ocasionalmente me gusta demostrar mi femineidad luchando en forma amateur con alguna adversaria. Lucho desde muy joven pues es un ejercicio excitante que recomiendo a todas. Varias veces lo he hecho con distinta suerte y pude descubrir que existe un considerable número de mujeres que les gusta pelear por el simple hecho de competir con otra. Soy de las que piensa que es muy excitante una buena pelea femenina y si la vencida es ¡avergonzada!, mejor aún. En Buenos Aires, pertenezco a grupo en expansión de unas 6 amigas entre las que hay algunas casadas y nos reunimos a menudo en el gimnasio de una de nosotras. El objetivo es competir en lucha y algo de boxeo amateur. La mayoría de las veces, son para mejorar su silueta. Pero en otras ocasiones los enfrentamientos son por apuestas entre nosotras para ver quien es la más fuerte y también por rivalidades. Nada mejor en esos casos que la colchoneta del gimnasio para definir la supremacía femenina entre dos rivales. Para una mujer competir en una lucha amateur es un deporte fascinante, pues nadie como nosotras sabe el placer que se siente al final de una pelea cuando se tiene inmovilizada a otra en el suelo y se la obliga a capitular. Constituye el reconocimiento a mi superioridad y es maravilloso escuchar cuando la rival se rinde. Me gusta entonces sentarme en su garganta para ver la expresión de su cara y sus ojos atemorizados al sentirse humillada. Es una emoción muy femenina algo difícil de explicar.

Gimnasio femenino:
El relato que sigue ocurrió en Buenos Aires, durante el caluroso verano de diciembre del 2002, una noche luego que se fueron algunas socias. Fue entonces que el gimnasio quedó sólo para las chicas del grupo y las puertas se cerraron para un par de competencias que habíamos previsto. Liliana es una experta judoka y excelente luchadora que hacía tiempo quería luchar conmigo para vengarse de una derrota que le había hecho sufrir. Justamente esa noche y en presencia de todo nuestro grupo me lanzó un desafío para medirnos en una lucha, desnudas de mujer a mujer sin reglas ni límite de tiempo. Segundos después para darle mayor emoción a sus palabras agregó que la vencida sería “humillada”. Esto en definitiva era nada menos que una “pelea de gatas” a finish. La piel se me erizó cuando escuché esto último, las chicas aplaudieron entusiasmadas y me fue imposible rechazar el desafío.

Aclaro que algunas veces he peleado sin reglas con alguna mujer, se necesita mucho valor para hacerlo y es muy excitante, pues quedan marcas en toda la piel en particular en ambas vaginas, incluso en el ano pues son los blancos más buscados por ser sensibles y producen dolor paralizante que conducen a la derrota. A esto se añade el ya conocido ataque a los pezones, que duele mucho pues la inflamación y el dolor permanecen por bastante más tiempo que cualquier golpe o corte en la piel. Si a ello se le suma un “humillante” final para la vencida, el desafío que tenía por delante era de mucho riesgo. Pero me interesaba esa pelea sin reglas para demostrar ante las demás chicas cierto liderazgo y prestigio. Yo sabía que Liliana es una veterana luchadora y por cierto es la mejor del grupo, que gana casi siempre y la vez que la vencí fue porque puse el máximo de mi fuerza muscular. Finalmente arreglamos para un viernes previo a unos días de vacaciones de ambas, de esa manera se nos irían las marcas que seguramente nos iban a quedar. Llegó la noche de la pelea, así que como siempre nos reunimos y nos preparamos para el combate. Las dos lucharíamos desnudas, descalzas, con uñas de las manos muy cortas, sin anillos, ni brazaletes y el cabello recogido. En mi caso lo tengo muy corto, así que me pasé gel para que me quedara bien pegado a la cabeza, era diciembre yo había competido en culturismo hacían dos semanas, estaba muy marcada, bronceada y musculosa. Liliana, con su pelo castaño recogido lucía un cuerpo torneado, fuertes músculos femeninos y gruesos muslos, con un buen bronceado, solamente interrumpido en la piel por la marca de la tanga. Desnudas y completamente depiladas nos paramos frente a frente, sobre una amplia colchoneta alentadas por unas 6 de nuestras amigas. Con los muslos algo separados mostrando nuestros sexos a modo de amenaza, nos estudiamos con esas miradas de desafío que tenemos las mujeres cuando observamos a una rival antes de una pelea. No era la primera vez que peleábamos, sólo que ahora era sin reglas y se podía esperar cualquier cosa de esta amazona. Pero confiaba en derrotarla.

Pelea de gatas:
La mujer árbitro nos dijo que por no haber reglas no iba a intervenir salvo que alguna estuviera por recibir algún daño irreparable, luego dio dos palmadas y comenzamos a girar con los brazos levantados, de pronto me envió una serie de golpes y patadas que esquivé y paré. De inmediato contraataqué colocándole un cross en la mandíbula que la dejó medio groggy, ella trastabilló y ahí aproveché para conectarle una patada en el abdomen, me abalancé para llevarla a la lona, ahí le di dos o tres bofetadas y me prendí fuerte a sus pezones enormes y rosados. Ella dio un grito de dolor y lanzó dos golpes, uno de los cuales me alcanzó en la boca, sentí el gusto de la sangre y me enfurecí. El cuerpo a cuerpo lo seguimos sobre la lona y comenzamos a rodar abrazadas luchando con nuestras piernas con numerosos intercambios de puñetazos que a veces llegaban a dolorosamente a destino. Mientras nos revolcábamos como gatas en esa colchoneta, ella me agarró del pelo de la nuca. El dolor que me produjo hizo que le agarrara con ambas manos de sus cabellos en forma de cola de caballo y la lucha comenzó a ser cada vez más violenta. Eramos dos mujeres musculosas en una colosal prueba donde se medían técnica contra técnica y músculo contra músculo. En determinado momento Liliana me sorprendió con una palanca de brazo que me hizo tocar la lona con la cara, pensé que me iba a romper el brazo y me distraje. Simultáneamente con la otra mano comenzó a estrujar los labios de mi vagina lo que me produjo no sólo dolor sino también fastidio, me retorcí para zafar pero el dolor del brazo era mayor y me quedé quieta, entonces sus dedos recorrieron incluso hasta el interior de mis nalgas para hacerme sufrir. Liliana peleaba como una verdadera “gata de callejón”, conocía todos los trucos y me era difícil neutralizarla. Finalmente se incorporó y me soltó con una patada entre mis entrepiernas que me hizo retorcer de dolor y caí de espaldas. Mientras estaba en el suelo por una fracción de segundo pensé que tenía la pelea ganada, pero la muy zorra la estaba dando vuelta. Liliana no perdió tiempo, me volvió a golpear con sus puños en la cara mientras estaba tirada de espalda y ahí no más me puso en una tijera de piernas invertida a la cabeza. Cerré las piernas presintiendo lo que vendría, entonces ella buscó mi vagina mientras apretaba mi cuello con sus poderosos muslos, yo había cerrado las piernas con fuerza pero la transpiración y un poco de aceite que nos habíamos untado sobre nuestros cuerpos facilitaron el camino de su mano. Metió los dedos profundamente, luego los abrió en forma de anzuelo y sentí que me desgarraba la vulva. Gemí de dolor y para no desmayarme, con mis dos puños y con las últimas fuerzas que me quedaban le empecé a dar fuertes puñetazos en sus riñones. Por suerte surtió efecto porque me soltó dolorida. Nos separamos y con gran dificultad me puse de pie. Liliana estaba arrodillada recuperándose, no le di tiempo a nada y la ataqué con una patada con el talón que dio de lleno en uno de sus pómulos de la cara, dejándola groggy. Pero esta mujer es muy dura, sacudió la cabeza pero no cayó, estaba con sus cuatro extremidades sobre la lona, entonces me fui por detrás y le puse una patada con la punta del pie que dio de lleno en su vulva, ahí sí cayó con un gemido agarrándose el sexo con ambas manos. Ahora era mi turno, me arrojé sobre ella, le puse un candado en la cabeza, sin dudar le devolví la atención, estrujándole los labios vaginales con fuertes pellizcos. Con la otra mano, aproveché sus piernas recogidas para meterle dos dedos en el ano que pronto fueron tres, sentí su esfínter contraerse, mientras apretaba su cabeza con toda la potencia de mis piernas decidida a desmayarla. Para los que no lo saben, estas cosas ocurren en una pelea de mujeres, es válido entre nosotras y quería vengarme. Mientras estaba en estas torturas, sentí como me contraatacó retorciéndome los dedos de los pies y con las dos manos me aplicó una palanca hacia fuera en el dedo gordo del pie izquierdo, la solté pensando que me quebraba.

Noqueada en la lona:
Con gran agilidad y bastante furiosas nos pusimos de pie dispuestas a seguir peleando. Liliana optó por el kick, y me sorprendió pues entró una patada con el pie en punta que me dio de lleno en el pecho izquierdo, sentí como que me había estallado el pezón. Intercambiamos varios golpes de puño y patadas, nos alcanzamos varias veces pero, ninguna aflojaba. Yo empezaba a sentir el cansancio y ambas literalmente tragábamos aire por la boca mientras seguíamos castigándonos con nuestros puños. Como dije antes, Liliana es una gata muy hábil para pelear y dirigía sus golpes sobre un corte que yo tenía sobre la ceja derecha y sobre boca, ambos sangraban un poco según me pude ver de reojo en los espejos de la sala. Ella no estaba mejor, el pómulo que recibió mi patada estaba deforme, tenía un ojo casi cerrado y sangraba por la nariz. Nos trenzamos en un cuerpo a cuerpo, lanzándonos golpes que impactaron en nuestras espaldas y glúteos, hasta que de repente lanzó un grito de ataque y me arrojó una lluvia de golpes que no pude esquivar a todos. Lo último que recuerdo fue una patada circular y la visión de la planta de su pie descalzo a milímetros de mi cara. Cuando recobré el conocimiento ayudada por Liliana, todo había terminado. Tenía a la vencedora sentada sobre mi garganta, sentía el calor de su sexo y nada podía hacer para evitarlo pues estaba completamente mareada bajo su dominio. Las chicas reclamaban el final esperado, así que Liliana se sentó sobre mi rostro y en medio de las exclamaciones de las espectadoras se cansó de “humillarme” moviendo su cintura en todas direcciones, luego se levantó triunfante con sus brazos en alto. Aunque no le fue nada fácil me había ganado en buena ley y nada pude decir.

Epílogo:
Cuando ayudada por dos chicas fui al baño del gimnasio y me miré ante el espejo. No lo podía creer, tenía un corte sobre la ceja, el rostro inflamado, el labio partido en la comisura, un pómulo hinchado, hematomas en brazos, en el abdomen y piernas, dedos de los pies hinchados y doloridos, me dolía mucho la vulva a tal punto que se me hacía dificultoso caminar, los labios vaginales estaban enrojecidos y uno de ellos lastimado, sangrando un poco, el ano muy dolorido y pellizcado, si bien me dolían los dos pezones, el que recibió la patada estaba deformado por la hinchazón. Esos ataques íntimos habían debilitado casi el %60 de mis defensas y atribuyo a ello mi derrota. Sin duda esa gata salvaje en 45 minutos me había destruido y “humillado” a su antojo y estas cosas suceden cuando a las mujeres por algún motivo se nos ocurre pelear sin limitaciones de ningún tipo. Con Liliana no hubo revancha y seguimos siendo amigas. Tal vez no se nos comprenda, pero muchas como yo ocasionalmente nos gusta combatir así, de “hembra contra hembra” hasta el final sin importarme las consecuencias.

Me gustaría que alguna mujer me escriba dispuesta a una buena pelea amateur. Bromistas abstenerse pues tiene que haber contacto telefónico.

FIN