viernes, 12 de noviembre de 2010

viernes, 5 de noviembre de 2010

RELATO - TODO EMPEZO EN EL JUDO (II)

Todo empezó con el judo II

Autor: Rocio

De mujer a mujer:

Instantáneamente se incorporó y se sacó la chaqueta quedando en bikini, pero con el cinturón
aún puesto y en posición de combate me invitó a atacarla. Me sentí desafiada y me coloqué
enfrente. Nos clavamos la mirada y le pregunté que buscaba con esta actitud. Mariel se agazapó y comenzó a girar lentamente caminando con sus manos en forma de garra. En eso me preguntó si no sentía ganas de vencerla, sin reglas en una lucha limpia sin golpes y "de mujer a…mujer"…..
Mi respuesta inmediata fue lanzarme sobre ella. Nuestros cuerpos se envistieron con fuerza y estuvimos de pie forcejeando con los brazos y enredando nuestras piernas. Yo era más joven, medimos fuerzas y descubrí que estábamos muy parejas. La abracé de la cintura y encontré el cinturón que me sirvió para jalar de él y hacerla perder su estabilidad. Luego de varios intentos logré derribarla, pero me arrastró al piso con la caída.
Al intentar montarla se hizo a un lado y el forcejeo continuó en forma horizontal. Ese
momento fue muy intenso y la lucha adquirió características muy femeninas en busca de la
posición superior. Estuvimos rodando una sobre la otra y hasta allí yo había sido limpia en mis ataques sin causarle dolor con trucos sucios. En determinado momento cuando logré bloquear sus piernas con las mías y me disponía a montarme sobre su cuerpo, ella lanzó un contraataque que me sorprendió. Con una mano se aferró de unos de mis pechos apretándolo tenazmente, mientras que con la otra mano agarró de mi cabello hacia atrás.
Pagué muy caro el descuido porque se me montó y logró sentarse sobre mi panza con las piernas
hacia delante encima de mis brazos. Nuevamente estaba inmovilizada y mi adversaria comenzó a
torturarme los pezones pellizcándolos lenta pero firmemente. Más allá del dolor sentí un placer incalculable y cuando notó que comenzaba a disfrutarlo, se sentó sobre mi cara frotando su tanga sobre mí. La tela de esa prenda era muy liviana, estaba humedecida y pude percibir su sexo sobre mi nariz. Mientras me hacía sentir su poder de mujer, de tanto en tanto me apretaba los pezones. Estaba sufriendo algo parecido a lo que había visto en una riña entre vecinas y puse lo mejor para salir de esa situación. Con bastante esfuerzo y tiempo logré sacarla de su posición dominante y nos incorporamos. Volvimos a acecharnos como dos gatas, pero esta vez intercambiamos palabras ofensivas y tentadoras de lo que le curriría a la vencida. Las dos estábamos muy transpiradas y nos trenzamos en otra ronda de
forcejeos. Esta vez resultaron más lentos y calculadores y mientras lo hacíamos, ella me quitó el corpiño al igual que yo el de ella.
Continuamos luchando con los pechos desnudos
conservando sólo la parte inferior de las bikinis. Mi venganza comenzó cuando en un descuido de su guardia la tomé de los pechos y me aferré con dureza, al mismo tiempo que ella pasó
sus brazos por debajo de los míos y copió mis movimientos. Por unos minutos nos quedamos torturándonos los pechos, hasta que ya perfiladas de lado la empujé y cayó en cuatro patas y yo a su lado. Le pasé mi brazo alrededor de su cuello y mientras la obligaba a mantenerse en el piso, con la otra mano le daba cachetazos a sus nalgas. Ella sin quedarse atrás se tomó de mi tanga y tiró hacia arriba clavando la tela en mi ranura vaginal. Al intentar zafarme, alzó su cabeza y me aplicó un mordisco en un pezón. El dolor me estaba debilitando, pero logré acostarla sentándome encima de su espalda. Entonces le hice una llave por la nuca (doble Nelson) tirando hacia arriba por un período prolongado. Cuando la solté cayó
desplomada y aproveché la oportunidad para colocarme de costado y aplicarle una tijera con
las piernas a la cintura. Cada vez que intentaba salir de esa situación más presión ejercía.
Finalmente agotada y casi sin poder respirar, mi adversaria capituló. Recuerdo que estaba eufórica por haber ganado y mi venganza fue feroz. Tomé su cabello y jalé haciéndola arquearse con sus pechos colgando. Entonces cuando podía, maltrataba sus pezones como ella lo había hecho conmigo. Para rematarla, hice a un costado su tanguita y sin dudarlo le introduje los dedos en su vagina haciéndolos girar en su interior hasta hacerla aullar. Estaba muy feliz y excitada por mi desquite, la solté y me retiré unos metros disfrutando mi triunfo. La veía acostada rendida a mis pies, era la primera vez que vencía a una mujer de esa forma y me sentía muy femenina.
Aunque es difícil explicarlo.
1 a 0:
De pronto Mariel me sorprendió y atacó con sus piernas desde el piso haciéndome caer de
espaldas. Ella era una zorra muy astuta, con gran agilidad se incorporó y se lanzó sobre mi
cuerpo, pero la rechacé y nos cruzamos piernas contra piernas en un enredo salvaje. Así luchamos casi sentadas y rodando por el suelo hasta que en un giro (no sé como), quedamos atrapadas en la clásica posición 69, yo abajo y ella sobre mí. Aproveché la posición y descargue fuertes palmadas en sus nalgas. Mientras lo hacía, ella abrió mis piernas y atacó mi sexo con sus dedos. Me revolví, pero estábamos muy trabadas y no me era posible
salir de esa situación, para peor me aplicó algunos mordiscos suaves en mi clítoris.
Finalmente aflojamos la tensión y nos devoramos mutuamente por un período prolongado hasta
alcanzar orgasmos únicos. Esta vez fue un empate.
1 a 1:
Ya agotadísimas y al parecer sin fuerzas, nos desplomamos sobre la lona procurando recuperar un poco de aire, pero las chispas de la experiencia anterior encendieron la llama de la guerra. Dado que no se había decretado vencedora ni vencida, decidimos terminar lo comenzado. No habría reglas estrictas y acordamos que la primera que exclame en voz alta su rendición, daría "honores a la vencedora…" Un estremecimiento sacudió mi cuerpo, pues ambas sabíamos que consistía en un "ritual femenino" muy especial que aceptamos gustosas. Nos dispusimos a una 2º etapa del combate y juntando fuerzas nos enfrentamos de rodillas a poco menos de un metro. Estábamos casi desnudas con los pechos descubiertos y los pezones
endurecidos por la emoción. Sabíamos que no habría empate y sedientas de acción comenzamos a
intercambiar las habituales ironías que cruzan dos mujeres antes de una pelea. Lo hacíamos para darnos valor y atemorizar a la adversaria. Mientras nos desafiábamos, mutuamente intent!
ábamos tomarnos por los brazos. Mariel no dejaba de alardear que sólo había jugado y que ahora sabría lo que era capaz de hacerme. Eso me provocó una risa burlona, mezclada con cierto enojo y al arrojarme sobre ella, me esquivó. Tuve mala suerte, caí de boca y ella se arrojó sobre mí con toda su furia enredándome con sus brazos por la cintura. La presión que sentía fue muy fuerte, lo que le permitió a ella girar y tomarme por la espalda, así me obligó a arrodillarme con ella detrás. Me había sujetado con sus brazos y mientras jalaba fuertemente hacia atrás, con su pierna extendida incrustada en mi espalda empujaba hacia delante. El dolor y la impotencia por no poder liberarme casi me obligaron a rendirme. Pero
en un descuido Mariel, dejó escapar un brazo, rápidamente giré y le apliqué el típico abrazo de oso levantándola del piso en varías oportunidades.
Pero ella se prendió de mi pelo jalando hacia abajo lo que me hizo perder estabilidad. Caímos
sobre la lona algo estropeadas por la intensidad del combate desatado. Fue entonces
cuando las fuerzas me abandonaron y ella tomó la iniciativa. No lo pude evitar cuando Mariel me sujetó el cuello con un fuerte candado de brazo.
Al mismo tiempo que me dificultaba la respiración, con su mano libre me atacó mis doloridos pechos. Mis fuerzas habían colapsado y estaba indefensa a merced de mi adversaria. En los minutos finales ella fue brutal y despiadada, abusándose de cada parte de mi cuerpo a gusto. Estaba completamente inmovilizada y en ese momento me di cuenta que Mariel dominaba muy bien el arte de la lucha, pero me negaba a rendirme. Por mi orgullo soporté lo más que pude, hasta que desde la posición de sentada me hizo una tijera con sus piernas en mi cintura
por detrás. La llave aplicada me paralizó por completo, mientras con sus manos ternativamente torturaba mis pechos y mi sexo. El dolor ya insoportable, me hizo exclamar mi rendición total que tuve que repetir un par de veces. Me había vencido en buena ley y sonriendo me liberó. Ahora era ella quien se vanagloriaba de su superioridad femenina, muy merecida por cierto. Luego se acercó hacia mí, me ayudó a sentarme y me abrazó suavemente ofreciéndome tiernos besos y dulces caricias. Luego de un descanso reparador, ya cayendo la noche nos hicimos el amor suave y prolongadamente. Era increíble que horas atrás casi nos matamos en una lucha desmedida y ahora nos acariciáramos. Ya de regreso le pedí la revancha y la oportunidad de reivindicarme, a lo que aceptó gustosa ya que su pareja se encontraba
de viaje. Entonces acordamos enfrentarnos el viernes siguiente por la noche en su quinta
nuevamente, pero esta vez pasando todo el fin de semana juntas a puro sexo y lucha.
2 a 1:
Llegado ese día y rondando las 22 horas, colocamos varias colchonetas en el piso del living
de la casa. Estábamos solas y Mariel me deslumbró con un conjunto de lencería de dos piezas muy audaz y provocador con medias de red y portaligas,todo de color rojo fuego. Yo por mi parte me gasté un dineral en una lencería erótica adquiriendo un body de látex imitación cuero con una forma de triángulos a la altura de mi pecho dejando mis senos al descubierto, también con portaligas y medias negras. Esta vez pelearíamos para definir de una buena vez la supremacía femenina; una de las dos debía emerger como la mejor y el clima era de un duelo. Luego de seducirnos con la vestimenta y desafiarnos, nos preparamos para nuestro definitivo combate. Entonces comenzamos a girar agazapadas en espera del mejor ángulo de
ataque. De pronto nos arrojamos una contra otra con gran decisión. La lucha fue muy similar a la anterior por lo prolongada e intensa, no nos dimos ventaja y aplicamos todas las tomas posibles para reducir a la rival. Los castigos fueron igualmente dolorosos y la ferocidad del encuentro fue aún mayor al anterior, desde el comienzo hasta el final. Incluso en esta oportunidad intercambiamos algunos golpes a puño cerrado sobre la panza de la adversaria. No había reglas y fue inevitable que nuestros blancos preferidos fueran los pechos y el sexo de la otra. A pesar del dolor, ninguna gritó, sólo fue posible escuchar gemidos y el jadeo de nuestra respiración. La lucha fue muy intensa porque ninguna quería rendirse y debía demostrarse quien era la mejor. Transcurrida casi 1 hora de lucha muy intensa, por segunda vezconsecutiva me vencieron con una dolosa llave y fui obligada a reconocer mi derrota. Esta vez estuve más cerca de ganar, lo que me dejó una mejor sensación que la vez anterior. Pero había supremacías en juego y no hubo consuelo como en el anterior para la vencida. Es decir, recibí doble castigo y tuve que "rendir honores" a la vencedora.
Rendición de honores:
Una vez que mi adversaria agotó mis energías y me inmovilizó los brazos, se sentó sobre mi
cara, frotó su clítoris por mi boca y fui obligada a lamerlo por varios e interminables
minutos. Jamás olvidaré la tibieza de los jugos que vertía. Mi sorpresa y desagrado por haber
perdido fue total. Con el placer reflejado en sus ojos, mantuvo la distancia apropiada entre mi boca y su vulva hasta quedar completamente satisfecha con la labor de mi lengua. Era un duelo femenino y mi adversaria había humedecido mi rostro con su victorioso sexo, no dejando duda sobre su triunfo.
Es lo acostumbrado para estos casos. Finalmente para ser liberada, tuve que admitir todos sus
caprichos y aceptarla como la mejor para pelear.De haberme negado, hubiera recibido un doloroso castigo que no estaba en condiciones de soportar y menos de defenderme. Ella isfrutó mucho por haber ganado de esa manera tan "especial". Mi cara olía a sexo de
mujer y para mi fastidio me lo hizo saber. Es más, me comentó que era su forma preferida de
ganar una pelea con una rival. No me gusta que me derroten y esa noche casi no pude dormir. Al día siguiente sobre el mediodía, sólo con las tangas puestas comenzamos a acariciarnos al borde de la pileta. Nuestra temperatura se elevó y a modo de juego intenté arrojarla al agua, Mariel se tomó de mí y me arrastró con ella, fue allí que nos volvimos a trenzar dentro del agua, forcejeando suavemente. Luego de jugar un rato allí, nos hicimos el amor frenéticamente.
2 a 2:
Yo no estaba dispuesta a ser la única derrotada y la tarde le dije de volver a pelear. Fue entonces que me propuso batirnos completamente desnudas, "de mujer a mujer" y al igual que el
caso anterior, "la vencida rendiría honores a la vencedora"… El desafío fue aceptado y
en segundos estuvimos enfrentadas desnudas. A ella le fascinaba mostrar su físico y en verdad me maravillaba. Mis ojos bajaron para mirar sus gruesos muslos, ella estaba depilada y aprovechó para exhibirme su ardiente vulva. Mi sexo no era menos que el de ella y en minutos más una de las dos estaría lamiendo la vulva de la vencedora. No se admitía otro final y un fluido eléctrico sacudió mi cuerpo. Como obedeciendo a una orden, nos trenzamos en un combate muy agitado y diversas llaves de lucha fueron ensayadas. Pese a que no habíamos recuperado por completo nuestras fuerzas, pusimos una garra tremenda y nos hicimos
de todo para ganar. Estábamos bañadas en transpiración y por la humedad, era difícil aplicar llaves. Podía oler su caro perfume francés y el suave aroma a "almizcle femenino" que emanaba de nuestros sexos. Esa atmósfera tan particular nos excitaba potenciando las fuerzas.
Rodamos varias veces en busca de dominar a la otra y nuevamente nuestras manos torturaron las partes más íntimas de una mujer. Fue intenso, doloroso y en silencio. Pero algo cambio allí y por primera vez logré derrotarla en escasos 30 minutos. En esa oportunidad le enredé mis piernas a su cuello, mientras que con mis brazos tomé sus muslos y le forcé a abrir sus piernas al máximo.
Al mismo tiempo que la ahogaba la obligaba a mostrar su sexo. No pudo con esa toma y se dejó
vencer reconociendo haber perdido. Me hubiera encantado que me "rindiera honores", pero no me quedaban más fuerzas para cobrar ese premio y la perdoné. Lo que quedaba del fin de
semana nos dedicamos a descansar y a hacernos el amor con algún que otro forcejeo, pero nada
comparado a los combates anteriores. Fue una experiencia hermosa y congeniamos a las mil
maravillas. Así pasamos 3 años y cada vez que nos desafiábamos íbamos a su casa de fin de
semana. Los combates aumentaron en intensidad y resultaron muy parejos. Para que no existieran dudas, siempre finalizaban con la rendición incondicional de una de nosotras. Era muy emocionante, se alternaban triunfos y derrotas sin que nunca emergiera una campeona. Ella siguió con su pareja y yo de novia con chicos, pero la necesidad de encontrarnos fue superior a su promesa de fidelidad rota y a mis noviazgos. Luego de esos 3 maravillosos años ella se fue del país y no volví a saber nada más. Al tiempo de conocerla dejé de acudir al gimnasio, pero jamás abandoné la práctica de la lucha erótica entre mujeres y muy pocas veces me derrotaron.
Aquellas interesadas en luchar conmigo les agradeceré me escriban. Me fascina "domar" gatas feroces.