miércoles, 6 de octubre de 2010

RELATO - TODO EMPEZO CON EL JUDO (I)

Todo empezó con el judo I

Autor: Rocio

El Gimnasio:

El relato que sigue es absolutamente real, no hay exageración alguna y comenzó en el verano de 1990 cuando tenía 21 años. Vivo en Buenos Aires, me llamo Mabel, y actualmente tengo 31 años. Tez blanca, ojos café y pelo negro largo semi ondulado. Mido 1.73 mts. y peso alrededor de 64 kilos. Mi cuerpo es firme y mis medidas aproximadas son 95-65-96. Mi espíritu inquieto siempre me llevó a los deportes de acción y un día decidí aprender Judo. Fue entonces que di con un gimnasio más bien pequeño dedicado a las artes marciales en donde una vez por semana se dictaban clases para un grupo de no más de 10 mujeres.
Comencé allí desde un nivel inicial junto a otras 2 chicas con las cuales me alternaba para
realizar la practica de las tomas. Allí estaba Mariel, una mujer muy atractiva de 32 años con físico excelente. Ambas teníamos unos 60 kilos, pero ella estaba mucho más avanzada que yo, por lo que pocas veces nos tocaba hacer pareja. Yo me sentía muy atraída hacia ella desde el comienzo y mucho más aún cuando me enteré por los rumores del lugar que era lesbiana. Un día de intensa lluvia acudí como todos los jueves al gimnasio y grande
fue mi sorpresa al saber que solo éramos 4 chicas para tomar la clase, y habiendo faltado también el profesor decidimos practicar lo aprendido para no perder la clase. En el vestuario antes de acudir al gimnasio, mientras nos cambiábamos noté a Mariel observándome. Yo estaba desnuda y sin dudarlo me puse de espaldas a ella dejando que me vea a gusto mientras me agachaba lentamente para sacarme el pantalón. Sentí sus ojos sobre mi espalda y fue entonces cuando me di cuenta que ella estaba interesada en mí. Una vez en el gimnasio se me acercó y me ofreció ser mi pareja de práctica a lo cual acepte con una sonrisa seductora y cómplice. Comenzamos a precalentar y ya en la parte de las tomas sentía su cuerpo rozándome
y mientras jalaba abruptamente de mi chaqueta con el fin de derribarme, y oponiendo esistencia me excité a morir. Sentía ganas de besarla pero la presencia de mis otras ompañeras me detuvo. Cada vez que lograba derribarme, se quedaba tendida sobre mí imposibilitándome moverme y al oído me gemía suavemente con una mezcla de esfuerzo y placer. Pocas veces logre hacerla tocar la colchoneta con la espalda y cuando lo hacía se escapaba hábilmente, impidiéndome sentir su cuerpo. Las otras chicas se retiraron luego de ejercitar y sólo quedamos ella y yo. Sentí que ese era el momento de la verdad y fue entonces que
la desafíe a un combate, aún sabiendo que sería rápidamente derrotada. En una de las tomas me
derribó instantáneamente y cuando me tenía en el piso totalmente bloqueada, en el forcejeo
introdujo su mano por dentro de mi chaqueta y me presionó un pecho con fuerza. Más allá de
quejarme, gemí por el placer recibido y se apartó pidiendo disculpas por la maniobra antirreglamentaria. Aunque yo hubiese deseado que continuara, hice la vista a un lado y la disculpé.
Estábamos muy agitadas y luego de unos minutos, casi milagrosamente la derribé dejándola boca
abajo, al intentar hacerla girar, pasé mi brazo por entre sus piernas y apreté rozando su sexo y aunque percibí el placer provocado, me aparté y continuamos el combate. Ella era muy hábil y en minutos más me venció. Me retiré aceptando mi derrota y nos fuimos al vestuario. Todo lo ocurrido allí se escurrió, ya que en las duchas no intercambiamos palabra, ella se vistió rápidamente y se retiró saludándome muy fríamente. Quedé confundida y algo desilusionada ya que esperaba otra reacción de su parte. Pasaron las semanas y sólo nos cambiábamos un hola tímido. Yo me dedicaba a progresar como otras principiantes y ella seguía en su nivel y con adversarias mejores. Fue entonces que el profesor nos hizo la
propuesta de realizar un pequeño torneo con chicas de otro club y al aceptar, acordamos
realizarlo a un mes de esa fecha. Yo aprovechaba cada rato disponible para ejercitar. Siempre me gustó pelear con otra mujer y realmente estaba muy entusiasmada. Fue entonces cuando Mariel me ofreció ayudarme en la práctica para perfeccionar mi técnica en su casa de fin de semana. Me agradó la idea y acepté de buena gana.
A solas en esa casa:
Acordamos encontrarnos un sábado muy temprano en un bar. Luego de tomar un café nos subimos a su auto y nos fuimos a la localidad de Don Torcuato, muy cerca de Buenos Aires. En ese lugar ella tenía una hermosa casa de fin de semana, construida con paredes muy altas con total privacidad. Estábamos solas y me propuso tomar un poco de sol y disfrutar de la pileta, aceptando me puse una bikini super diminuta y me acomodé al sol. Ella hizo lo mismo y se exhibió en una tanga espectacular donde no era posible disimular su sexo y un sostén que apenas tapaba sus duros pezones. Allí conversamos de todo un poco y me confirmó que estaba en pareja con una mujer a la que quería mucho y me preguntó si me molestaba tener una amiga lesbiana, a lo que respondí que no me afectaba sino que por el contrario, me atraían
ya que le confesé a ella mi bisexualidad. Algo sorprendida por mi sinceridad sólo hizo un largo silencio y mientras se acomodaba en la reposera, se despojó la parte superior de la malla. Dejó a la vista un busto hermoso, firme y medianamente grande. Yo me tiré a la pileta para aplacar la temperatura y mientras nadaba sentí a mis espaldas el ruido en el agua cuando ella se arrojó saliendo detrás de mí. Yo me quedé quieta flotando en posición vertical y cerré mis ojos cuando percibí sus manos rodeando mi cintura, sus piernas rozando las mías y su boca paseando por mi cuello. Giré hacia ella y nos ofrecimos un beso apasionado y esperado por ambas, acto seguido comencé a acariciar sus hermosos pechos. En ese
momento ella me detuvo abruptamente, argumentando que estaba muy enamorada de su pareja y que no le había sido infiel antes. Pese a mi disgusto comprendí la situación planteada y me fui al borde dispuesta a salir del agua, cuando ella me preguntó si me había ofendido a lo que respondí que no, que la entendía y que aunque me gustaba y excitaba mucho, jamás haría nada para hacerla sentir mal. Salí del agua y desde la pileta me dijo que a ella le ocurría lo mismo conmigo y que esa vez en el gimnasio tenía ganas de comerme a besos, pero su fidelidad la detuvo. Por ello su repentino apartamiento de mí. Asentí con la cabeza y sólo exclamé "otra vez será, quién sabe las vueltas que da la vida". Lo sucedido fue suficiente para enfriar el ambiente y aunque yo intentaba ocultarlo, me comportaba desinteresada y esquiva.
El Combate deseado:
Mariel para cortar ese espeso momento sugirió practicar las tomas de judo, ya que ese fue el
motivo del encuentro. Luego de aceptar y debido al intenso calor del medio día, sólo nos pusimos las chaquetas y los cinturones encima del bikini. En un sector de pasto mullido y plano mi amiga colocó una lona amplia que nos serviría como superficie. Luego de explicarme lentamente algunos secretos de cada toma básica, nuevamente se rozaron nuestros cuerpos calientes por el sol. Volvía a sentirse en ambas una fuerte excitación esta vez reprimida y controlada. Aunque el mal humor que tenía encima me provocaba explotar, aguanté la presión y mantuve la calma. Varios minutos después las tomas eran más precisas y más fuertes, que sumadas a las ganas que nos teníamos, resultó inevitable el desenlace. De pronto en una de las tomas, me bloqueó las piernas derribándome con facilidad dejando caer todo el peso de su
cuerpo encima de mí. La caída me causó dolor y fui rápidamente puesta de espaldas contra la
lona. Ella ya fuera de las reglas me atrapó los brazos mientras se acomodaba apoyando todo su
cuerpo sobre el mío. Me había inmovilizado totalmente y desde esa posición frotaba sus pechos sobre los míos, al mismo tiempo con su rodilla buscó mi entrepierna clavándola suavemente en mi vulva, sin golpearme pero con firmeza. Si Mariel hubiera querido, un golpe más fuerte con esa rodilla y todo habría terminado para mí. A esa altura las chaquetas estaban abiertas haciéndome sentir su piel ardiente. Sentía su aliento y su perfume en mi cara, mientras me animaba a liberarme. Varios intentos que hice fracasaron logrando recibir más firmeza de su parte e irritándome aún más, hasta que en un descuido de ella, logré apartarla a un costado.