jueves, 14 de octubre de 2010

RELATO - ENFRENTAMIENTO

Enfrentamiento

Por: Sandra

Romina vs. Roxana,

Soy mujer y en ciertas ocasiones vi feroces riñas femeninas. En ellas siembre había un variado público de ambos sexos que las alentaban hasta que irremediablemente una de ellas era derrotada. Pero en la más dramática que presencié, no hubo varones testigos. Ocurrió próximo a una importante ciudad balnearia de la costa Atlántica de Argentina, entre dos mujeres que casualmente veraneaban en una misma playa y se conocían de tiempo atrás. Mi amiga Romi, rubia (29), era la secretaria privada de un importante hombre de negocios. Corría el mes de enero de 1997 y un día, ella con otras amigas, alquilamos una casa de veraneo con vista al mar.

La casualidad hizo que nuestro grupo se encontrara una noche en la playa con la esposa del jefe de ella. Los hechos ocurrieron cuando mi amiga romina, fue increpada duramente por Roxana, morocha (31), que la acusó de intentar "robarle" su marido. Aunque eran amantes con su jefe, romina lo negó en todo momento y quiso evitar una confrontación. Pero la mujer casada la abofeteó y la desafió a pelear en presencia de nosotras. Roja de ira mi amiga fue forzada a aceptar el duelo. La morocha era muy celosa y prometió darle una humillante paliza a la rubia para que dejara en paz a su esposo. Con esa pelea también quería dar un mensaje de advertencia a las demás solteras para que se mantengan alejadas de su hombre. romina respondió que la dejaría "pelada" y se arrepentiría de haberla desafiado. Entonces ambas se citaron en una playa solitaria con abundancia de dunas que ocultaban la vista. La casada se batiría para lavar su honor y Romina por su prestigio.

En el lugar elegido era un alejado médano que asemejaba una especie de olla rodeada de altas paredes de arena. Era media noche y sólo estaban presentes las mujeres que habíamos presenciado la discusión, unas 5 en total. Todas eran partidarias de ese duelo para lavar las ofensas y establecer supremacías. Sus preferencias estaban divididas; unas apoyaban a Romina y otras a Roxana. Naturalmente yo era partidaria del triunfo de mi amiga romi. A modo de valentía las protagonistas desnudaron sus pechos y sólo conservaron la parte inferior de las minúsculas bikinis. Luego acomodaron sus cabellos para el combate mientras se miraban con expectativa y odio. Las dos eran muy hermosas, con excelentes físicos y ninguna superaba los 50 kilos. La hoya de arena era bien grande, tal vez unos 10 metros de diámetro.

El público femenino había hecho una ronda y en el centro se encontraban las dos rivales prácticamente desnudas con las manos en sus cinturas estudiándose mutuamente. Recuerdo que había luna llena y la iluminación del lugar era aceptable. Ello permitió observar una extraña fascinación en el brillo de los ojos de esas dos mujeres por competir y demostrar quien era la mejor. Las dos eran muy hembras, deseaban esa pelea y la escena asemejaba a un clásico duelo entre amazonas guerreras. Roxana estaba muy furiosa, insultó a su rival y aseguró que se haría lamer su sexo por la rubia para contárselo a su esposo.

La mujer casada era profesora de gimnasia, pero en esas ocasiones las damas suelen levantar las barreras inhibitorias. Romi enrojeció y la empujó valientemente con sus pechos hasta que se trenzaron en una feroz lucha de gatas salvajes. Yo y ninguna de las demás mujeres que las alentaban nunca vieron nada tan feroz. Todo estaba permitido para ganar y fácil es imaginar que la delgada tela de las bikinis no las protegía. Entonces, los pechos y el sexo de las rivales fueron los objetivos preferidos de los ataques. Las uñas parecían afiladas navajas en un duelo para herir definitivamente las partes más íntimas. Era claro que de esa manera intentaban arruinarle a la otra su vida sexual. Gruesos mechones de cabellos y de vellos íntimos fueron arrancados de sus raíces, mientras dientes y uñas dejaban marcas sangrantes en los pechos de las combatientes. Gritos de dolor, insultos y gemidos retumbaban en el lugar. Los daños eran mutuos. Pero la mujer casada era muy fuerte, había ensangrentado a puñetazos el rostro romina y estaba ganando.

El fin de mi amiga parecía cercano. Roxana había puesto de espaldas a la joven rubia y se aprestaba a sentarse en su cara para hacerle pagar muy cara su osadía. Cuando romina, le arrojó a sus ojos un puñado de arena. La mujer casada quedó cegada por algunos segundos y debió soltar a su oponente, ello fue suficiente.

La rubia le golpeó los pechos con una precisa combinación de puñetazos que la paralizaron de dolor. Ahora romina se había montado sobre la morocha y la estaba dominando. Para derrotarla por completo, con dinamismo su mano derecha se abrió paso entre las piernas de su adversaria venciendo cualquier resistencia. Rápidamente su dedo índice desplazó la liviana tela y encontró la ranura vaginal introduciendo su uña en forma despiadada. La mujer casada lanzó un aullido de dolor y quedó inmediatamente fuera de combate en posición fetal. Romi, se levantó triunfante, apoyó un pie sobre la cara de su enemiga derrotada y con enérgicas palabras le hizo notar su superioridad física de "hembra vencedora".

Para mayor humillación reconoció haber sido amante de su marido y gozado intensamente con él. Roxana comenzó a sollozar. Era visible el sufrimiento físico y moral de la mujer casada. Pero desde el suelo movía la cabeza en forma negativa cuando romina le pedía que acepte su derrota. Entonces para que no quedaran dudas sobre su victoria, la rubia le marcó con sus uñas la cara como recuerdo imborrable de quien lo había hecho. Roxana quedó sumergida en una crisis de llanto. El duelo había terminado y mientras mi amiga se retiraba airosa, entre las demás ayudamos a la víctima a concurrir a un hospital.