sábado, 25 de septiembre de 2010

RELATO - EL DUELO

Escrito por Alicia y adaptado por Alegría.

Capítulo I:

Mi nombre es Alicia, tengo 25 años y soy profesora de gimnasia de un importante club deportivo que no puedo mencionar. Una amiga que conozco me recomendó que escribiera un hecho que fui testigo que demuestra la decisión y el valor de las mujeres cuando se proponen algo. Me pareció una idea interesante, por ello les cuento lo ocurrido. Sólo diré que los hechos ocurrieron en Sudamérica. Mi trabajo es enseñar distintas gimnasias y soy la encargada con responsabilidad en ese gimnasio. Una noche antes que terminara con mis actividades, me vino a ver una mujer muy rubia. Su presencia y su inquietante belleza llamó la atención a no pocos varones ahí presentes. Se llamada Marigot y era soltera, tal vez de unos 29 años. Se notaba que tenía un carácter fuerte y estaba muy nerviosa. Pidió hablar en forma reservada y cuando estuvimos a solas, me preguntó si le permitía cruzar guantes en privado con una mujer llamada Kiana. Naturalmente le dije que sí, siempre que sea un encuentro deportivo. No conocía a ninguna de las dos y me pareció interesante su pedido. Luego de algunas consideraciones tomamos un café y me contó que durante algún tiempo fue la novia de un importante hombre de negocios llamado Esquivel. Por esas cosas del destino ese hombre contrató los servicios de una secretaria muy sexy de sangre oriental, que en poco tiempo la desplazó y se quedó con su hombre. Por ello, días antes había hablado con Kiana por teléfono y luego de un picante diálogo se habían desafiado a pelear. Marigot se batiría para salvar su orgullo femenino y su rival para reafirmar sus derechos. El duelo estaba supeditado hasta que alguna de ellas encontrara un lugar discreto y adecuado. Acordamos que las esperaría la noche siguiente cerca de media noche para que no hubieran testigos. Pero se aclaró que no permitiría una "pelea de gatas callejeras". Marigot se retiró y prometió volver con su enemiga. Yo me encontraba sorprendida porque nunca imaginé que dos mujeres usarían mi gimnasio para un enfrentamiento de tal naturaleza. A medida que me iba enterando del problema, más me convencía que era justo que definieran el pleito de esa forma. Era el motivo clásico entre mujeres. Ambas tenían razón y un match de boxeo era lo más indicado para que dos damas laven sus afrentas.


Capítulo II:


Por suerte la noche indicada no había nadie en el gimnasio. Marigot llegó primero y minutos después lo hizo Kiana. Esta mujer resultó ser una oriental exótica de piel bronceada y ojos almendrados. Era muy bella y tal vez un poco más joven que la rubia. Les pregunté si habían traído ropas de gimnasia y para mi sorpresa ninguna traía otra cosa que sus vestidos de verano. Como sólo éramos tres mujeres, cerré con llave las instalaciones y les sugerí que se quitaran las ropas. Una ligera inspección permitió comprobar que no escondían en sus cuerpos ningún objeto peligroso. En la balanza Kiana pesó 52 Kilos y su rival 54 Kg. En instantes las dos contendientes con agilidad felina subieron al ring dispuestas a demostrar su feminidad. Estaban descalzas y en breves ropas íntimas que no podían ocultar su sexo. Kiana había sujetado sus negros y largos cabellos con una vincha negra que combinaba con el resto de sus finas prendas interiores. Ninguna tenía el menor de los miedos y las dos estaban muy ansiosas para pelear. Con los músculos de los rostros crispados, me hicieron prometer que no interferiría en el combate. La tensión era insostenible y acepté sus pretensiones con cierto temor. Mostraban una inquietante belleza, pero Kiana era la que tenía menos prejuicios. Haciendo gala de valor se quitó el sosten y exhibiendo sus pechos desnudos con gestos obscenos y gruesas palabras insultó a su rival prometiendo una humillante paliza. Marigot enrojeció muy turbada y al mismo tiempo que descubría sus pechos, le dijo que luego que termine con ella no le quedarán más ganas de "robar hombres ajenos". El intercambio de insultos y gestos fue muy intenso, similar al utilizado por mujerzuelas antes de una pelea. Para evitar que se enfrentaran en una inminente lucha salvaje, interrumpí el diálogo y procedí a distribuir los guantes de boxeo. Eran de un modelo liviano que no usaban cordones para atar. Como al parecer ninguna sabía las técnicas del boxeo, les sugerí que emplearan sólo los puños y que no habría interrupciones hasta que hubiera una definición. Estaban prácticamente desnudas y exhibían excelentes formas físicas, piernas y brazos con suaves ondulaciones musculosas que denotaban gran fortaleza. A pesar de mi experiencia, me era imposible predecir quien triunfaría. Había una gran determinación para ganar y los dos cuerpos evidenciaban poseer una reserva física muy considerable. Por mi profesión había visto encuentros de boxeo femenino muy interesantes, pero éste por ser un duelo era diferente. Confieso que estaba muy ansiosa de ver el final de este colosal choque de hembras aunque sabía que el resultado no variaría la elección de Esquivel.


Capítulo III:


A una señal, las dos comenzaron a girar muy lentamente con la mirada fija en la otra mujer. Marigot inició las acciones golpeando el mentón de Kiana que retrocedió por el impacto. Comenzó entonces un furioso cuerpo a cuerpo con intercambio de mordiscos y patadas. En los primeros instantes las dos mujeres absorbieron un fuerte castigo que pareció no producir efectos. En una oportunidad la oriental fue alcanzada con una derecha y una izquierda, girando su cabeza para ambos lados mientras sus negros cabellos flotaban furiosos en el aire. Pero luego volvió al ataque con renovados bríos devolviendo los golpes uno por uno y añadiendo dos rodillazos entre las piernas de Marigot que la estremecieron de dolor. Los insultos se mezclaban con los gemidos de sufrimiento. Pasados los primeros momentos, los rostros de ambas mujeres mostraban las primeras muestras del combate. La nariz de Kiana, goteaba mucha sangre y Marigot tenía un ojo completamente cerrado. A pesar de que las dos acusaban fuertes dolores en los pechos, ninguna parecía ceder. Por momentos el intercambio de golpes era muy intenso y luego se separaban para tomar aliento. Era evidente que la rubia estaba a la defensiva por haber recibido un castigo más duro. Los puños de la oriental eran muy efectivos y sus rodillas habían golpeado en dos oportunidades un lugar muy vulnerable de la anatomía femenina. Kiana sabía que sus golpes habían debilitado a su rival y sonreía saboreando un triunfo anticipado. Marigot con una mueca de sufrimiento y de miedo se defendía del acoso adversario. Trataba de alejar a su enemiga lanzando algunas patadas para alcanzar la parte más baja, pero ya no tenía reflejos y no tuvo éxito. Cualquier árbitro hubiera detenido el combate dándole el triunfo a la oriental. Pero no era este el caso. Cuando mi cronómetro marcaba 8 minutos de iniciado el combate, la mujer de cabellos negros llevó contra las cuerdas a su rival mientras con ambos puños le golpeaba los pechos. Marigot, muy dolorida bajó las manos para protegerse y Kiana levantó su puño derecho que impacto en el mentón. Fue un gancho perfecto y la nariz de Marigot por un segundo quedó apuntando al techo con sus ojos en blanco. Sus rodillas se aflojaron y cayó pesadamente al suelo sin sentido. Su cuerpo había colapsado. La oriental la tomó de los tobillos y la arrastró al centro del ring como si fuese una muñeca inanimada. Luego sin soltarla le abrió las piernas y le pateó la zona sexual. Marigot quedó completamente K.O y había dejado de moverse.


Capítulo IV:


Todo había terminado en 9 minutos y le dije a Kiana que bajara del ring. Pero ella se negó diciéndome que todavía faltaba lo más importante.... Sin darme tiempo a nada, la mujer de ojos almendrados arrojó los guantes. Luego procedió a desnudar su intimidad femenina, apoyando triunfante toda su oscura exuberancia en la cara de la vencida. Quedé sorprendida por la rapidez de la acción y se me hace difícil describir la escena. Kiana había aprisionado con sus dos macizos muslos la cabeza de su rival y mientras movía su cintura, disfrutaba en silencio de una especie de "ritual humillante" muy conocido entre mujeres. Confieso que estaba paralizada por lo que veía, pero comprendí que la vencedora tenía ese derecho y esa humillación era inevitable para reafirmar la conquista de Esquivel. Un par de minutos después Marigot había reaccionado y gemía para que la soltara reconociendo espontáneamente su derrota. Pero la vencedora continuaba sentada, implacable en su denigrante tortura de humedecer la cara de la vencida. Como requisito para liberarla le exigió con palabras muy fuertes imposibles de reproducir, que lamiera su sexo o le arrancaría los ojos. Luego que estuvo satisfecha, le hizo comprender que esa noche le contaría la victoria a su hombre y luego gozaría con él. Marigot volvió a perder el conocimiento víctima del fuerte shock sufrido por la humillación. Entonces Kiana, se levantó. Recuerdo que estaba toda desnuda y mojada de sudor, mirándome a los ojos me dijo muy feliz ¡GANÉ...!. Algo más calmada y mientras se vestía, la oriental me confió que conocía el arte de la defensa personal y estaba muy segura de ganar este pleito. Como se comprenderá, en la tierra de sus padres es muy tradicional pelear por honor. Cuando la rubia dolorida y sollozando pudo retirarse, hacía más de 90 minutos que Kiana se había ido. Por suerte Marigot era una mujer muy fuerte y aparentemente no tenía lesiones de importancia. Tuve lástima por ella, pero comprendí que los duelos entre mujeres normalmente terminan de esa manera y las dos habían aceptados los riesgos. Ya pasaron algunos meses de esa experiencia y no creo que nunca vuelva a ver a las protagonistas. Todavía tengo una sensación extraña por lo ocurrido.


Comentario final:


En mi gimnasio habían existido algunos escasos enfrentamientos de boxeo y luchas amateurs entre jóvenes mujeres. No era habitual, pero tampoco nada raro para medir habilidades y satisfacer el irresistible deseo de la competencia femenina. Es excitante ver el colosal empeño que ponen para vencer que carga de tensión el ambiente hasta que una de ellas es inevitablemente derrotada. Realmente a muchas les encanta ganar una confrontación física de "mujer a mujer" y esos deportes les permiten descargar sus agresividades. Por los mismos motivos las legendarias amazonas luchaban públicamente en un ruedo sin tener que dar explicaciones a nadie. Quizás ésta sea la razón por la cual hoy en día algunas damas se desafían para definir deportivamente en un ring las "diferencias femeninas" que siempre existen. Como profesora de gimnasia veo este fenómeno como algo positivo y fundamentalmente muy natural. Lamentablemente, este derecho que tenemos no siempre es bien comprendido y la mayoría de los enfrentamientos deben realizarse sin la presencia masculina. Nunca había visto un duelo con esas características tan especiales y no olvidaré que una vez dos mujeres demostraron ser muy hembras y se batieron por un hombre en mi gimnasio. Aunque parezca un contra sentido, creo que ¡es muy femenino pelear por un hombre...!


FIN