Por Sandra.
Me llamo Dolores y cierta vez me tocó presenciar una excitante riña femenina con un final tradicional muy valiente. Una noche fui invitada a una fiesta que un importante caballero llamado Raúl, realizaba en su casa. Era una noche cálida de verano y en la velada concurrieron más de 20 personas vestidas de etiqueta. La casa era una verdadera mansión con jardines y piscina. Raúl era un hombre soltero de excelente posición y últimamente estaba saliendo con Roxana (23), profesora de educación física.
Una morena de piel blanca y ojos verdes. Tiempo atrás se había relacionado sentimentalmente con Erika (24), su ex secretaria. Una rubia muy atractiva que por esas cosas del destino deseaba recuperar a quien había sido su novio. La fiesta fue organizada por una amiga de Raúl, que por picardía incluyó entre los invitados a Erika.
La noche fue transcurriendo con la alegría propia de esas reuniones. La mayoría de las mujeres conocíamos que entre Erika y Roxana existía una fuerte rivalidad. Era evidente que en las presentaciones no se habían saludado y cruzaban miradas de desprecio. Pero los hombres no se daban cuenta y estaban ignorantes de esa guerra silenciosa. En un determinado momento Roxana dejó solo a su amante, entonces Erika se acercó comenzó a conversar con Raúl. Todas nos dimos cuenta de la maniobra y con ansiedad esperábamos los futuros acontecimientos. Apenas regresó la morena comenzaron a expresarse con esa ironía propia que tienen las mujeres cuando desean ofenderse. Las dos estaban rojas de ira y finalmente ocurrió el siguiente diálogo:
Roxana: ¡Vete ya mismo de esta casa..!
Erika: ¡Mejor vamos al baño de damas y tal vez seas tu la que deba de irse...!
Roxana: ¡Vete ya o te llevaré yo misma afuera...!
Erika: ¡Me fascinaría que lo intentaras...!
Roxana no lo resistió y luego de insultarla la empujó con sus pechos a modo de desafío. La rubia, entonces le aplicó un fuerte y sonoro bofetón que le hizo girar su cabeza. De inmediato comenzó una furiosa "pelea de gatas". Tomadas de los cabellos se golpeaban con sus rodillas tratando de alcanzar la vulva enemiga. Luego cayeron al suelo y mientras rodaban, destruyeron sus vestidos. Las mujeres presentes estaban alborozadas y rodeaban a las protagonistas para no perder detalle. Algunos hombres trataban de llegar para intervenir y separarlas. Pero eran entorpecidos por aquellas interesadas en ver el final. Erika se había montado sobre su rival y la estaba castigando.
La morena al parecer llevaba la peor parte y su rostro enrojecido giraba para ambos lados por los bofetones. Su minifalda era casi inexistente. Sacudía sus piernas y ello permitía la visión de una breve bikini que ponía en relieve la exuberancia de su sexo. Como los lugares más sensibles de la anatomía se exponían libremente, las manos de las protagonistas buscaban con dinamismo llegar a ellos para producir dolor. Generalmente los blancos eran alcanzados ocasionando aullidos y todo esto no hacía más que animar la lucha. Era una clásica "riña de gatas". El alboroto atrajo la atención de todos los invitados y la mayoría de las mujeres gritaban excitadas por el espectáculo. En la fiesta había un fotógrafo que, sin perder un instante obtuvo varias espectaculares fotos del incidente. Algunos hombres hacían esfuerzos para separarlas.
Varias mujeres entre las que me incluyo pidieron a los varones que no intervengan en los asuntos femeninos, pero no fuimos tenidas en cuenta y al cabo de mucho esfuerzo, ellos lograron interrumpir la pelea. El aspecto de las protagonistas era tragicómico. Estaban semi desnudas, y por estar enardecidas nada hacían para ocultar su desnudez. Con los pechos descubiertos y sus cabelleras revueltas no dejaban de pedir que les permitiesen terminar el duelo. Sin dudas eran muy valientes. Pasados los primeros momentos la fiesta finalizó y todos se retiraron muy divertidos. Pero antes de irse Erika desafió a su rival para una nueva pelea para definir el problema "de mujer a mujer". Roxana no respondió y esa noche permaneció con su novio.
Ya habían transcurrido unos días y entre las mujeres invitadas a la reunión comenzaron a cruzarse llamadas telefónicas comentando el hecho y lamentando el final inconcluso. Yo pude ver las fotos y quedé impresionada por el realismo. Naturalmente ambas mujeres se atribuían la victoria. Fue entones que surgió la idea que las interesadas se encuentren para definir en privado "a mano limpia" sus diferencias personales. Era lo clásico y a todas les pareció muy femenino que esas dos damas tuvieran un duelo por un hombre.
Estaba en juego su prestigio y sin dudar ellas lo aceptaron gustosas. A mí me tocó ser una suerte de "madrina" del duelo representando a Roxana y luego de intensas gestiones con Erika, se pudo concertar lo siguiente: 1) El evento sería en la casa de Raúl el próximo sábado a la noche. 2) Lucharían con la única condición de no lastimar la piel. 3) La lucha finalizaría cuando una de las protagonistas reconozca su derrota. 4) Sólo lo podrían presenciar amigas en común y el único varón presente sería el dueño de casa. 5) La vencida no volvería a interferir la vida privada de la rival. Es decir ese hombre sería en exclusividad de la que gane el duelo.
A la hora acordada de ese histórico sábado comenzaron a llegar en distintos automóviles las invitadas. Erika llegó en último término. No menos de 10 mujeres atestiguarían el hecho. Raúl, había preparado un amplio salón alfombrado con suficiente espacio para todas y formalmente prometió no interrumpir las acciones. Con gran decisión las duelistas se quitaron las ropas y aparecieron luciendo sintéticas bikinis que realzaban su belleza. Las dos protagonistas eran de peso similar, delgadas y de excelente figura.
Pero por su profesión, las piernas y la musculatura de Roxana eran muy fuertes. Erika no era menos que su rival, estaba en buen estado y se evidenciaba muy animada para ganar. Pero para la mayoría de nosotras, la rubia era la que tenía menos posibilidades de salir victoriosa. Las dos "madrinas" del duelo recordaron las reglas del combate y las animaron para la lucha. Como el público era mayoritariamente femenino, no hubo inhibición alguna y a modo de valentía simultáneamente desnudaron sus pechos.
Entonces lentamente y con sinuosos movimientos se fueron aproximando para la confrontación definitiva. Ambas tenían una fina educación y cultura, pero fue ineludible que a corta distancia se ofendieran empleando gruesas palabras. En esos momentos de máxima tensión todas las damas levantan las barreras inhibitorias y se expresan con gestos y palabras vulgares. Pero la rubia fue más allá prometiendo que se haría lamer sus partes más íntimas por su rival. Ello excitó a las damas presentes que ansiaban ver quién sería la vencedora y quién la humillada. Roxana enrojeció por el lenguaje ofensivo y rugiendo se abalanzó contra la rubia. Fue un choque muy violento de "hembra contra hembra". Las piernas se trabaron y comenzaron a rodar por la alfombra tratando de mantener la posición superior. La fuerza que hacían era colosal y se evidenciaba por las venas inflamadas a punto de estallar.
No obstante el esfuerzo, ninguna lograba sujetar de espalda a la otra contra el suelo. El silencio era total, sólo se escuchaba el jadeo y algún gemido de las protagonistas. Nunca nadie había visto una pelea de mujeres tan intensa. El motivo era un hombre y todas estaban fascinadas por el evento. En una oportunidad Erika, aplicó una letal tijera de piernas sobre el estómago de la morocha hasta quitarle el aliento. La rubia disfrutaba del tormento que sufría su enemiga. Erika nos había sorprendido demostrado conocer algunas eficaces tomas de lucha, estaba llevando la mejor parte y podría vencer. Sus amigas la alentaban y fotografiaban los momentos culminantes. Roxana entonces dio un fuerte tirón de cabellos logrando que aflojara por unos instantes la mortal tenaza de piernas.
Ello fue suficiente, aprovechando esos instantes de distracción golpeó con un puño el plexo solar. La rubia acusó dolor y pasó a la defensiva. A pesar de las reglas, fue inevitable que las duelistas apelaran a dolorosas técnicas femeninas. Para recuperar el terreno perdido, la rubia contraataco introduciendo algunos dedos bajo la liviana bikini de la morena. Los resultados fueron espectaculares.... En toda riña de mujeres, ello anima a las rivales, produciendo mayor dinamismo a las acciones. Pero en este caso, estaba prohibido. Con quejidos de dolor y gruesos insultos Roxana revolvió sus piernas pudiendo alejarse del peligro. Raúl transpiraba no pudiendo imaginar quién ganaría. Pienso que le daba lo mismo. Pero a medida que pasaba el tiempo, las energías de la rubia se fueron agotando rápidamente y cada vez se le hacía más dificultoso evitar que la rival la inmovilizara.
Luego de intensas acciones Roxana atrapó a la rubia con un candado de brazos aplicado al cuello. Erika estaba agotada, por lo que recurrió nuevamente a los típicos trucos que emplean las damas en estos casos. Sus dedos con habilidad y precisión atacaron los pezones de la morena. El resultado fue el esperado; Roxana con gemidos y algunos insultos la soltó. Seguidamente se abrazaron y furiosamente comenzaron a rodar exhibiendo todas sus íntimas bellezas procurando poner de espaldas a su adversaria. La lucha había adquirido un gran dinamismo y los cuerpos estaban completamente cubiertos de transpiración. Por ambos bandos había gran determinación deportiva y mucho amor propio.
No era para menos, estaba en juego la supremacía sexual femenina. Ninguna quería ser derrotada en presencia de tanto público y menos frente a Raúl. De pronto se separaron y quedaron de rodillas forcejeando pecho contra pecho con sus macizos muslos abiertos. En ese momento mientras se zamarreaban, Roxana cerró su puño derecho y aplicó un violento gancho a la mandíbula de la rubia. La nariz de su rival apuntó al techo, abrió los brazos y cayó de espalda con sus ojos en blanco. Permaneció semi desvanecida, prácticamente fuera de combate y por primera vez la profesora de gimnasia la pudo dominar. La morena ágilmente sentó sobre su estómago, aprisionando con sus rodillas los brazos.
La rubia sacudía débilmente sus torneadas piernas. Sus fuerzas la habían abandonado y era notorio la falta de reflejos para salir de esa incómoda posición. Todo fue inútil. La morena estaba en completo dominio de la situación. Había llegado el momento sublime que toda mujer espera cuando pelea con otra: Exigir la rendición. La rubia estaba impotente para cualquier defensa, pero su respuesta fue negativa. De haber sido una pelea callejera, Roxana le hubiera golpeando los pechos con sus puños hasta obtener la capitulación. No era este el caso.
La morena estaba furiosa y fue invadida por ese frenesí que experimentan las mujeres cuando ganan una riña. Con rapidez avanzó su cintura y atrapó con sus poderosos muslos la cabeza de la rubia. Con horror Erika observó a través de la fina tela, la ranura vaginal de su adversaria. Abrió sus ojos, balbuceó su rendición, pero fue demasiado tarde. La vencedora se sentó sobre su rostro. Entonces le selló los labios con su sexo y la humilló a voluntad. La rubia estaba muy aturdida por los golpes y para deleite de Roxana y otras chicas, permaneció inmóvil.
Cuando el peso de la intimidad enemiga disminuyó sobre sus labios, ME RINDO ! ¡BASTA POR FAVOR ! balbuceó tuvo que reconocer su derrota, la superioridad física de la morena y suplicar que la suelten para ser liberada. Airosa por el triunfo y lo que ello significaba Roxana, con su femineidad muy alta se retiró del lugar. Era su primera pelea de adulta y menos de 20 minutos le había demandado imponer sus razones... La rubia sufrió un ataque de nervios y tuvo que ser auxiliada por sus amigas.