Ana y Carlos eran una pareja de 36 años. Carlos era un gran aficionado a la lucha erótica femenina y su mujer, Ana, tras unas iniciales reticencias, había probado la experiencia y le había gustado, convirtiéndose, poco a poco en toda una aficionada y convenciendo a parejas amigas a participar de la diversión.
Eran una pareja muy liberal que, junto a otras parejas de amigos, solían mantener relaciones y noches de pasión en las que, desde luego, no solían faltar los combates entre las esposas.
Tras mucho pensarlo, decidieron dar un paso más en la apertura a nuevos campos del encuentro sexual y decidieron, animados por una de las parejas con las que quedaban, ir a un local de intercambio, esperando así nuevas experiencias sexuales y, por supuesto, nuevas rivales para Ana.
Ana era una mujer de 36 años, aproximadamente 1.65 m de estatura, 70 kg de peso, unos muslos jugosos, un poco de barriga y eso sí, unos pechos enormes, firmes y duros, de amplia aureolas y gruesos pezones, lo que la hacían una terrible rival en los combates de tetas.
Por fin decidieron ir un miércoles al local que les habían indicado sus amigos y, aunque éstos les habían dicho que les acompañaban, ese día concreto no podían, lo que no cambió los planes de la pareja que estaba dispuesta a darlo todo por una buena tarde de sexo y lucha, ya que las expectativas creadas habían sido grandes por las magníficas referencias dadas por sus amigos.
Cuando llegaron al sitio indicado, comprobaron que se trataba de un lugar de lo más discreto. Llamaron a la puerta y les abrió un hombre de unos 25 años, de complexión fuerte que, tras comprobar que eran una pareja, les invitó amablemente a acceder al local, ya que estaba prohibida la entrada a personas solas.
Entraron en una amplia estancia donde había una barra, unas cuantas mesas atendidas por señoritas en topless y una especie de zona de baile donde en ese momento se estaba desarrollando un espectáculo lésbico, que era seguido con atención por varias parejas.
Se dirigieron a la barra y pidieron unas copas, notando como ya se habían fijado en ellos algunas de las parejas que se encontraban en el local. Desde luego, Ana iba espectacular. Llevaba un vestido negro ajustado, de un amplio escote y con la espalda tan solo cubierta por leves cintas, cubría poco más del suculento culo de la mujer, dejando casi absolutamente a la vista sus hermosos y amplios muslos. Se notaba claramente que no llevaba sujetador que sostuviese sus enormes tetas.
Como les habían indicado sus amigos, le comentaron al camarero que estaba detrás de la barra lo que iban buscando: una pareja en la que ella admitiese un combate amistoso entre las mujeres. Al momento, el camarero les señaló una pareja de color que había al final de la barra.
Se trataba de una pareja de una edad que parecía muy similar a la de Ana y Carlos. Ella era una mujer también muy similar a Ana. Era negra ébano, de carnes suculentas, pechos enormes, muslos amplios y jugosos. Llevaba una especie de camiseta de tirantes anchas de algodón, blanca y muy ajustada, con un amplísimo escote y unos pantalones, tipo pescadores, también muy ajustados y blancos.
Son una pareja que vienen con bastante frecuencia por aquí – les comentó el camarero- buscando parejas en al que ella se enfrente a la otra mujer en una lucha erótica, fundamentalmente de tetas, siempre dentro de más sensualidad que violencia, claro. De hecho, en alguna ocasión han organizado algún combate en la sala y han sido muy excitantes, porque buscan rivales similares y ella, y como puedes ver…
Ya, ya veo, pero yo creo que no me quedo atrás ¿no?
No, no, por supuesto, seguro que estará encantada, ¿quieren que les presente?
No hace falta, ya lo hacemos nosotros gracias
Durante toda la conversación, ambas mujeres no se habían quitado ojo. Ana había notado cómo se le hinchaban las tetas y se le ponían erectos los pezones y cuando se acercaron a la otra pareja, pudieron comprobar que a la otra mujer le había pasado lo mismo, ya que se le marcaban sus gruesos pezones a través del ceñido vestido, transparentándose igualmente sus oscuras aureolas.
Hola, yo soy Carlos y ella Ana, ¿qué tal?
Yo soy Julio y ella es Tina
Nos ha dicho el camarero que buscáis parejas de intercambio en la que ella luche
Sí, así es, ¿por qué, Ana lucha?
Claro que sí, y no se me da mal
Tienes buena fachada, pero otras con igual fachada que tú no han resistido mis tetas ni tres minutos
Pues yo te aseguro que si las mías aguantarán lo que aguanten las tuyas y más
Vamos a comprobarlo
Pasaron a una de las habitaciones que había en un pasillo que salía del lateral de la barra. Era una habitación amplia, con una cama grande, un baño completo y una habitación lateral con una especie de colchoneta que cubría todo el suelo.
Parece que está pensada para la lucha
No lo parece, lo está, la pedimos nosotros y como somos buenos clientes y la cosa tuvo éxito accedió la dirección del local
Tina se quitó la camiseta, dejando dos enormes tetas desnudas, comenzando a recorrer sus pezones con el dedo índice, consiguiendo que sus pechos pareciesen aún más grandes y duros, y sus pezones más gruesos. Sin quitarse el pantalón pescador de algodón ajustado que llevaba, se veía realmente impresionante.
Ana se desabrochó las cintas que cubrían su espalda y dejó caer la parte delantera del vestido, dejando completamente desnudas sus enormes y duras tetas, masajeándoselas también y provocando que sus pezones se endureciesen y estirasen, pareciendo aún más grandes y poderosas.
La visión de ambas mujeres con sus armas desnudas era enormemente excitante. Se contoneaban levemente de un lado a otro, con los brazos en jarra y las manos en la cintura, haciendo que sus tetas se moviesen un poco de lado a lado.
Por fin, Tina se quitó los pantalones. Se los quitó despacio, como queriendo mostrar el poderío de sus muslos, bajando lentamente por aquellos enormes muslos, y viéndose aún más grandes sus tetas cayendo hacia abajo al inclinarse. Finalmente, se terminó de quitar los pantalones y los echó a un lado, quedándose aquel impresionante cuerpo tan solo cubierto por una mínima tanga blanca que dejaba traslucir un abultado coño.
Ana hizo lo mismo, bajándose muy lentamente el vestido y demostrando que no tenía nada que envidiar ni temer de aquél cuerpo, ya que el suyo no le iba a la zaga en nada y lucía al menos tan poderoso como el de su rival, ya que sus muslos también eran espectaculares y sus tetas no menos inmensas, quedándose, al igual que su rival con su cuerpo tan solo cubierto por una mínima tanga negra, de la que sobresalían algunos pelos de su voluptuoso coño.
¿En qué tipo de lucha quieres que te venza?
Vencerme no me vas a vencer en ninguna, pero ya que presumes tanto de tetas, quiero darles una buena lección. Después, podemos hacer lucha.
Después de que acabe con tus tetas, dudo que quieras seguir luchando
Habla menos y vamos a luchar.
Ambas mujeres se pusieron las manos a la espalda, cogiéndose el tanga para evitar tentaciones de utilizar las manos. Las reglas eran claras: la primera que rehuyera el combate o se agarrara las tetas o utilizase en la lucha alguna parte del cuerpo que no fueran las tetas, perdería, y serían para la vencedora las pollas de los dos hombres y la lengua de la perdedora, que debería lamerle las tetas, el coño, el culo…
Los dos hombres se pusieron cómodamente en un lugar donde no estorbaran el devenir del combate pero donde no se perderían detalle alguno, quedándose totalmente desnudos y con las vergas absolutamente tiesas ante el magnífico espectáculo que ambas mujeres estaban ya brindando e imaginando el que iban a desarrollar en breve.
Empezaron a mover los hombros de un lado al otro, a cierta distancia, haciendo chocar sus tetas con sus propias carnes, como para demostrar a la oponente el poderío de sus argumentos. Tina, comenzó a hacerlo también de arriba abajo y se veía que además de experiencia tenía dos armas temibles, pero Ana, en lugar de arredrarse, hizo los mismos movimientos, haciendo ver a su rival que también era una contrincante temible.
Por fin dieron el paso adelante e hicieron chocar por primera vez sus tetas. El choque cogió a Tina bajando sus tetas y a Ana subiéndolas por lo que el impacto fue en la zona más blanda de las tetas de la negra que, sin embargo, y a pesar de apretar los dientes para no gritar, rápidamente se repuso y empezó a mover con rapidez sus hombros de un lado a otro para hacer chocar sus tetas contra las de su oponente. Ana, por supuesto, hizo lo mismo y el combate comenzó con una dureza que parecía que iba a durar muy poco, pero viendo la categoría de las contrincantes, hacía pensar en un gran combate.
Rápidamente, ambas mujeres comenzaron a sudar con profusión y sus tetas empezaron a enrojecerse, más claramente en las blancas tetas de Ana que en las de Tina, aunque también se apreciaba cierto color rojo en las tetas de la hembra de ébano. Los golpes eran duros y sonoros y ambas hembras demostraban que no eran unas novatas en los combates a tetazos, moviendo con habilidad y rapidez los hombros para que sus tetas impactasen lo más fuertemente posible con las de la contrincante.
Comenzaron a aplastarse las tetas, sintiendo cómo se clavaban los puntiagudos pezones de la oponente en los suyos propios y los suyos en las tetas de la contraria. Ana, con la dureza del combate disfrutaba, ya que le resultaba de lo más excitante enfrentar sus tetas a las de rivales de gran categoría y comprobar que las suyas eran igualmente poderosas.
El dolor era lo de menos. La excitación hacía que el ardor de las tetas fuera mínimo y que ambas contendientes lanzaran sus poderosas armas delanteras sin pudor ni miedo, conscientes de que eran dos grandes tetonas. Ana comprobaba que Tina había luchado mucho con las tetas y que intentaba llevar un alto ritmo de combate pensando que así asustaría a Ana, pero ésta también tenía varios combates en sus tetas y le encantaban los combates duros.
Empezaron a separarse un poco y a abalanzarse de frente chocando frontalmente con sus tetas. En uno de los encontronazos, Ana perdió el equilibrio y cayó al suelo. Se levantó rápidamente y volvió al combate, cogiendo desprevenida a Tina, que también se trastabilló y cayó al suelo.
¿Has visto qué pronto te he quitado la sonrisa burlona de la cara?
Ahora verás – respondió Tina levantándose también rápidamente del suelo e impactando de nuevo sus tetas contra las de Ana.
El combate se endureció, si es que ello era posible. Ambas mujeres se aplastaban las tetas y no dejaban de apoyar sus piernas firmemente en el suelo para obligar a la contraria a retroceder, cosa que ambas se resistía. Eran mínimos los movimientos, porque en cuanto una avanzaba un poco, la otra clavaba los pies en el suelo y, rápidamente recobraba el camino perdido.
El duelo era de lo más intenso. La altanería de la negra se iba minando poco a poco al observar que, efectivamente, la rival que tenía enfrente era de auténtico nivel y que le iba a costar bastante vencerla si es que al final lo hacía.
Entraron en una fase de locura, enviándose tetazos descontroladamente, impactando en todos los lados de las tetas, y gimiendo en cada encontronazo. Muchos de los giros ni tan siquiera conseguían que las tetas chocasen, quedando como tetazos perdidos, pero daba igual. Ambas mujeres iban a por todas y al lanzar los ataques descontroladamente hacía que las tetas no siempre se encontrasen.
Se pararon un momento. Ambas estaban jadeantes, sudorosas, con las tetas rojas pero duras como piedras, los pezones erectos y desafiantes y ambas con ganas de seguir la lucha. Se observaban con ganas, sabiendo que la contraria era una rival de categoría, lo que les daba aún más orgullo si salían finalmente vencedoras.
Los maridos, con las pollas absolutamente erectas, contemplaban extasiados el fantástico combate. Aprovechando la parada de las gladiadoras, y tras mirarse ambos con una mirada de complicidad, se acercaron cada uno a su mujer y sobándose bien las pollas, se corrieron sobre las tetas de las contendientes a las que ahora, además de sudor, les corría el semen de sus respectivos maridos por las tetas.
Volvieron de nuevo al combate, aplastándose las tetas, que rebosaban por ambos lados de las espaldas. La presión era tan grande que casi desaparecían entre sus cuerpos. A ambas les abrasaban las tetas, pero no estaban dispuestas a demostrar nada ante su contrincante.
La reina de ébano, empujó a Ana hacia atrás y le dio un par de tetazos que parecía que habían hecho mella en su oponente y confiada por ello se lanzó con todo sobre las enrojecidas tetas de la que pensaba era ya su presa. Pero Ana, ni mucho menos, estaba vencida, y tras unos instantes de duda en que capeó como pudo el temporal, volvió a plantar sus pies en el suelo y a hacer frente a su oponente.
Se clavaban los puntiagudos pezones y ya empezaban a notar ambas contendientes la dureza y duración del combate, pero ambas tenían fuerzas para alargar por bastante tiempo el combate, ya que ninguna estaba dispuesto a reconocer la derrota, por muy tetona que fuese la contrincante.
las tetas de una blanca nunca podrán con las macizas tetas de una negra, zorrita. Ve dándote por vencida ya.
Muy seguras estáis las negras de vuestro poderío, pero hoy te voy a bajar los humos y te voy a demostrar lo que valen las tetas de una blanca
No dejaban de chocarse las tetas, y se agarraban de los hombros para endurecer aún más los tetazos y clavar más firmemente los pezones en las tetas de la contrincante. Ambas estaban muy excitadas, y parecía que no sentían los terribles tetazos que se estaban dando, que estaban tan metidas en la pelea que les daba igual los golpes que se estaban dando con las tetas.
El sudor le caía a ambas luchadoras en gran cantidad por todo el cuerpo, y salían despedidas en todas direcciones cuando chocaban las tetas. Ambos hombres no dejaban de masajearse sus propias vergas y se notaban a punto de una nueva corrida. Las mujeres, por su parte, seguían gimiendo y dándose tetazos.
No pudieron los maridos aguantar una nueva corrida, por lo que se volvieron a levantar y vertieron su semen sobre las contendientes, que dejaron de aplastarse las tetas para volver a hacerlas chocar, por lo que salpicaron todo del semen de sus maridos, mezclado, tras volver a aplastarse las tetas, sobre los enormes y ya hinchados pechos de ambas contendientes.
El semen de los maridos pareció suponer un lubricante y volvieron a mover descontroladamente los hombros, lo que hacía que sus tetas volvieran a chocar de manera espectacular ante la asombrada mirada de ambos maridos. Las quejas y los gemidos de ambas contendientes se hacían cada vez más notorios, ya que el dolor se les iba acumulando, y comenzaban a sentir cierta debilidad en sus tetas, aunque sus pezones aun lucían erectos y sus tetas altivas.
Tina, cegada quizás por el enorme dolor que sentía en sus tetas, lanzó un descontrolado ataque dando un paso hacia delante que no encontró las tetas de su rival, que con una quiebro, esquivó y logró conectar dos tetazos en la parte inferior de las tetas de su rival, impactando de lleno, o que provocó un grito desgarrado de la reina de ébano que no pudo por más que quitar las manos de su espalda y agarrarse con fuerza las tetas para mitigar el dolor.
Ana, espectacular, hizo una ultima exhibición con sus tetas, moviéndolas de un lado al otro y de arriba abajo, con los brazos arriba en señal de victoria, para después abrazarse con su marido, que permanecía con su polla bien erecta. La negra, por su parte, se agarraba las tetas y se abrazaba a su marido, que también permanecía con su rabo bien tieso y la felicitaba por su gran combate.
Ana también se cogió las tetas, ya que sentía un inmenso ardor dentro de sus tetas. Tras esto, ambas luchadoras volvieron a abrazarse, sintiendo, ahora sin tanta agresividad, las que hasta hacía un momento habían sido terribles armas de combates.
eres una gran hembra Tina, no me he encontrado muchas tetas como las tuyas
sí, pero me has vencido. Tus tetas son terribles, pero me tienes que dar la revancha
sí pero ahora vamos a disfrutar, que ya hemos combatido bastante
bien, disfruta, la polla de mi marido es tuya y mi lengua también
eres demasiado hembra para mirar. Liémonos, y que las pollas sean de las dos, igual que las tetas, los culos y los coños
La noche transcurrió caliente y con ambas parejas follando como locos, aunque Ana era consciente de que, su posible amistad con Tina la podía llevar a un círculo de tetonas donde iba a disfrutar de calientes combates.